¿Existen modelos
de programación? ¿Puede decirse que existe una manera pública y otra privada
de abordar la programación televisiva?. No lo creemos. De hecho, puede
decirse que con el servicio televisivo ocurre igual que con el servicio
bancario en el que el usuario apenas percibe diferencias entre el funcionamiento
de la banca privada o de las cajas de ahorro públicas (o antes con los
bancos públicos).
Cierto es que
las administraciones públicas establecen las reglas del funcionamiento
del sector televisivo e indirectamente, por tanto, de la programación de las emisoras. Así, puede ocurrir que los
poderes públicos establezcan normas de comportamiento programativo distintas
para unas u otras emisoras; sin embargo, en
España las normativas legales no diferencian entre emisoras y, por
tanto, se aplican por igual a las cadenas de titularidad pública y a las
privadas.
Lo que puede
entenderse como características del modelo de programación público: planificación cultural, dieta equilibrada
de los géneros ofertados, técnicas de programación simple,… responden
a periodos pretéritos de historia de la televisión. De hecho, en el
pasado se aplicaban por igual a las emisoras públicas y a las privadas.
De igual manera que hoy las normas programativas contemporáneas son compartidas
por igual por todo tipo de emisoras.
El caso de la
rentabilidad social que en algunos momentos deben tener las programaciones
es un buen ejemplo de lo anterior. Como generalidad, las emisoras privadas,
y no parece que pueda ser de otro modo, se guían por una rentabilidad
económica de la empresa. Empero, en todas sus programaciones tienen que
tener en cuenta la variable condicionante de la rentabilidad social: por
ejemplo, la ineludible presencia en las parrillas de los
carísimos programas informativos (nada ni nadie obliga a que existan)
o la campañas de imagen y de anuncios
promocionales sobre determinados temas sociales (violencia doméstica,
drogas, etc.) son apuestas programativas
que las emisoras realizan al margen de la rentabilidad económica, pero que no pueden obviar a riesgo de que su
ausencia afecte a la imagen del conjunto de la oferta.
En
suma, que si repasamos las líneas
maestras de los departamentos de programación, comprobaremos que éstas
no se pueden diferenciar en función de la titularidad pública o privada
de la cadena: