La generalización de los satélites de difusión
directa (DBS) y de la televisión por cable
(CATV) en vastas regiones del mundo, unida a la digitalización de
las señales y de los servicios ofrecidos por ambos soportes, ha producido
un nuevo escenario televisivo con posibilidades no imaginadas años
atrás: la multiplicación exponencial de señales,
la fragmentación de audiencias y el surgimiento
de nuevas formas de financiación, como el abono
mensual o el pago por visión, por ejemplo.
A este nuevo escenario se vino añadir, desde la segunda mitad de
los años 90, el debate acerca de los cambios que traería aparejados
la denominada televisión digital hertziana o televisión digital
terrestre (TDT). Son numerosos los investigadores que coinciden en señalar
que actualmente la televisión se encuentra ante el proceso
de transición tecnológica más importante desde
sus comienzos hace algo más de medio siglo, puesto que a partir de
la digitalización total de los sistemas de televisión
(producción, emisión y recepción de programas) emerge
una serie de posibilidades que puede llegar a terminar con la televisión
hasta hoy conocida.
La digitalización permite ofrecer una amplia gama
de posibilidades que va desde la difusión de televisión de
alta definición -el formato que ofrece la mejor calidad de imagen
hasta hoy conocida- hasta la interactividad. En apretada síntesis
podemos decir que la televisión digital terrestre permitirá,
entre otras cosas:
A comienzos del siglo XXI, ya son varios los países
que han comenzado a implementar planes de migración
de la televisión analógica a la televisión
digital. Sin embargo, esta migración exige tanto una compleja
coordinación entre programadores, fabricantes de equipos receptores
y operadores de redes, como cuantiosas inversiones tanto de la industria
como del público televidente.
Actualmente se encuentran en juego tres normas de transmisión de
televisión digital terrestre. Elaboradas por empresas estadounidenses,
japonesas y europeas, estas normas -como ocurriera décadas atrás
con los sistemas de televisión color concebidos en EEUU, Francia
y Alemania- compiten entre sí con la finalidad de captar la mayor
cantidad de mercados posibles (Albornoz y otros, 2000).
Si bien la mayor parte de los planes gubernamentales sitúa como
fecha límite para que tenga lugar el “apagón
analógico”, según los países, entre
los años 2006 y 2012, un importante grupo de analistas del sector
televisivo califica a estas estimaciones demasiado optimistas y considera
que la realización efectiva del “apagón” demandará
un plazo mínimo de entre 15 y 20 años (Bustamante, 2003).