Los años 50 han sido calificados por muchos analistas
como aquellos del “gran salto de la televisión
en el mundo”, puesto que es entonces cuando los servicios
regulares de televisión se extendieron gradualmente por
las grandes urbes del mundo.
Así, por ejemplo, México y Brasil contaron con una programación
regular a partir de 1950; Holanda y Argentina, al año siguiente;
Italia, Alemania Oriental y Venezuela, hacia 1952; Bélgica, Dinamarca,
Polonia, Checoslovaquia y Canadá, en 1953; Austria, Luxemburgo y
Mónaco, en 1955; España y Suecia, en 1956;
Portugal, un año más tarde; y, Suiza, Finlandia, Yugoslavia,
Hungría, Rumania y China, en 1958.
En la gran mayoría de los casos la cobertura geográfica
de las televisiones era muy pequeña (de carácter
local diríamos hoy día), y eran pocas las horas del día
en que se transmitían imágenes. Asimismo, la presencia del
televisor en los hogares no estaba extendida; a cambio, distintos lugares
públicos -como los bares- servían de escenario de
encuentro a los telespectadores.
Frente a este panorama, gobiernos y empresarios dedicaron esfuerzo e imaginación,
a construir redes nacionales de televisión hertziana.
Para ello se instalaron nuevas emisoras, postes repetidores y líneas
de cables. Las grandes distancias y los accidentes topográficos debían
rendirse ante un sistema planificado.
Por ejemplo, en Francia, el Gobierno lanzó, en 1954,
un plan nacional quinquenal que contempló el emplazamiento
de 45 transmisores de televisión. El plan tuvo su razón de
ser en el bajo porcentaje de hogares con televisor (en 1953, sólo
60.000 aparatos) y en la falta de cobertura de todas las regiones del “hexágono”.
Sin embargo, un país se destaca por la conformación de una
poderosa industria televisiva: EEUU. Hacia 1952 se calcula
que unas 108 emisoras estadounidenses alimentaban las pantallas de unos
21 millones de televisores.
Al ritmo que crecía el número de emisoras y televisores se
disparaba la publicidad que explotaba este nuevo medio.
Las cifras son reveladoras: de una inversión publicitaria de un poco
más de 10 millones dólares, en 1950, se pasó a 1.500
millones, en 1960. A comienzos de los años ’50 la
diferencia entre los EEUU y el resto de los países desarrollados
era notoria. Durante los primeros meses de 1952, en Gran Bretaña
sólo se habían vendido 1,2 millones de televisores, en Francia
cerca de 10.558, y en la entonces Alemania Federal apenas se contabilizaban
tan sólo 300 aparatos.
El encanto de la televisión comenzaba a causar furor en otras culturas.
En Japón, la televisión pública, la
NHK (Japan Broadcasting Corporation), comenzó a operar en
1953 y al año siguiente hizo lo propio la primera
estación comercial.
Un importante avance técnico registrado fue la incorporación
del color a las transmisiones televisivas. Las grandes compañías
estadounidenses fueron las primeras en proponer un sistema de televisión
color: el NTSC. Con la aprobación de la FCC, EEUU
se convirtió, en 1953, en el primer país
en contar con televisión color. Hoy el NTSC está en funcionamiento
en los EEUU, Canadá y Japón, entre otros países.
Posteriormente en Europa se puso en marcha una serie de investigaciones
para perfeccionar el sistema estadounidense. Los resultados de éstas
dieron lugar a dos sistemas de televisión color.
En 1959, el Gobierno galo puso en marcha un sistema denominado SECAM;
mientras que en Alemania Telefunken- ideó el sistema PAL
(en 1963. Así las cosas, como indican Albert y Tudesq (2001), “en
los años 1962-1965, los países de Europa no supieron elegir
un sistema único y hoy en día, si el PAL ha ganado el mercado
de los principales países europeos occidentales, el SECAM se ha impuesto
en los países del Este, en numerosos países del cercano Oriente,
en algunos países de América Latina y en África francófona”.