El cine es el género
televisivo de ficción más polivalente
y versátil. La larga duración que tienen los largometrajes, entre hora
y media hasta tres horas, su asociación simbólica a elementos artísticos
del que carecen el resto de los productos televisivos y el potencial que
tienen sus reemisiones posteriores dotan al cine de un valor estratégico para los programadores.
El cine propiamente dicho posee todos los atributos que permiten a un programador preparar su parrilla con relativa tranquilidad,
hasta el punto de que programar cine supone, las más de las veces, asegurarse
unos índices de audiencia que cumplan la media esperada por la cadena. Y
si atendemos a su duración media (90 - 110 minutos) que con los respectivos
cortes publicitarios alcanza entre dos horas y dos horas y media de programación,
supone en muchos casos cubrir una franja entera de la parrilla.
Cierto es que los costes de los derechos
de emisión de una película en televisión para los horarios nocturnos
son elevados, alcanzando habitualmente los 500.000
euros por pase. En ocasiones los derechos se disparan y superan el millón
de euros, algo que ocurrió con Titanic
y dificultó la rentabilidad de la compra.
Los buenos resultados de audiencia
han consolidado que todas las emisoras posean en los horarios nocturnos dos o tres espacios cinematográficos a la semana.
Es el lugar que se reserva para el cine más reciente, casi siempre de origen
norteamericano y en unas pocas ocasiones español. El calificado como para
todos los públicos es trasladado a las tardes de los fines de semana o de los festivos. El cine más clásico a programas
especiales nocturnos, a la madrugada
o, como sucede con casi todo el cine en blanco y negro a los canales temáticos.
El cine europeo prácticamente
ha desaparecido de las pequeñas pantallas españolas y el cine clásico, y
siempre en color, ha visto muy reducida su presencia, situándose en la programación
de las segundas cadenas, en la
tarde de los fines de semana en televisiones estatales y autonómicas o en la programación de madrugada.
Para ampliar las posibilidades programativas de los films, en los últimos
años han proliferado los programas
contenedores en los que se monta un espacio a propósito de una emisión
cinematográfica. Es el caso del pionero Cine
de barrio al que siguieron otros en los que por medio de una voz en
off e imágenes se presenta a los actores protagonistas.
En la última década parece que los
televidentes se han hecho más conservadores en hábitos cinematográficos:
en la actualidad únicamente consiguen buenos datos de audiencia el de reciente
producción, es decir realizado en la última
década y de géneros muy concretos,
acción, comedias y románticas; y por supuesto ser productos de Hollywood, pudiéndose contar con los dedos de la mano
las películas españolas que han conseguido buenos índices de audiencia.
Pero incluso filmes de relativo éxito comercial y reconocido prestigio como
La lista de Schindler consiguen resultados
discretos de audiencia por ser en blanco y negro (y de ahí que durante un
tiempo fuese práctica habitual colorear digitalmente los films del pasado).