Los deportes
de motor están asociados a un modelo
de vida cuya imagen es sinónimo de acción, velocidad, alta tecnología,
riesgo, espectacularidad y vértigo. Tanto es así, que las señas de identidad
de estos deportes cuando se retransmiten son la utilización de cámaras en el interior de los vehículos, en aras de transmitir las sensaciones vividas por
los pilotos, y otras diminutas en el exterior que ofrecen planos subjetivos del avance por la pista
(con mucha frecuencia los vídeos que se venden en las tiendas se basan en
la repetición de los accidentes como otra variante del factor riesgo connatural
a la velocidad).
A
los que siguen las emociones de los grandes premios de motociclismo y automovilismo por televisión hay que contarlos por
centenares de millones. Tan sólo la Copa
Mundial de Fútbol, los Juegos Olímpicos y la Superbowl superan las cifras
de los deportes de motor. A nivel mundial, el peso económico que genera
la Formula 1 es superior a la del motociclismo, pero en nuestro país la tradición
de las dos ruedas siempre ha sido mayor que la de los coches. Quizá porque
nuestro país es una gran potencia motociclista, sobre todo en pequeñas cilindradas.
Buena muestra de ello fue la ausencia de retransmisiones de Formula 1 durante
algún tiempo, mientras que jamás han dejado de retransmitirse los Premios
de motociclismo.
Desde la perspectiva económica ambos deportes se basan en un uso intensivo de patrocinadores. Es difícil imaginar otro deporte
en el que la presencia de la publicidad sea tan relevante. Tanto el uniforme
del conductor, como el de su máquina está completamente cubiertos por los
logos de las diversas marcas patrocinadoras.
Entre el grupo de compañías que patrocinan equipos de motociclismo de cualquier
cilindrada destacan las empresas que, como las de tabaco, tienen limitada
su presencia en los canales publicitarios habituales. Pero el
futuro luce incierto para esas corporaciones si se sigue acentuando
la presión cuestionando y prohibiendo su acceso a toda forma de publicidad
directa o indirecta. La vía complementaria del pago
por visión no tiene todavía muchos adeptos; a pesar de que cuando se
ha planteado se han posibilitado nuevas
formas de realización en las que el espectador pudiera elegir la cámara
más adecuada a sus preferencias personales: el líder de la carrera, el piloto
local, etc.
La realización
de los deportes motor se realiza por medio de una cobertura por zonas del circuito. Las cámaras se sitúan a un lado
del eje imaginario que se establece
entre la posición de la primera cámara y la dirección de los pilotos. Es
decir, si vemos que cuando inician la carrera, los vehículos se desplazan
de derecha a izquierda así se mantendrá la retransmisión durante todo el
recorrido; en las curvas se altera dicha dirección apoyándose en un plano
neutro - cuando vemos frontalmente al vehículo dirigiéndose hacia nosotros
- o mostrando en plano general el cambio de dirección de los vehículos.
La estrategia de posicionamiento de las cámaras se establece previamente
según las características de cada circuito. Además de la competición en
sí, siempre habrá cobertura de los boxes y de la entrega de premios, y últimamente
han proliferado las áreas para las salidas y las ya insustituibles cámaras subjetivas en los vehículos.