Dos son los sistemas tradicionales de funcionamiento del medio televisivo
que se conforman a la terminación de la II Guerra Mundial: uno, el
modelo europeo, desarrollado a partir de la concepción de
la televisión como un servicio público gestionado por el Estado
y cuyo “correcto” funcionamiento es esencial para el conjunto
de la sociedad; y otro, el modelo estadounidense, comercial
y privado, en el cual el Estado ni gestiona televisiones ni produce contenidos.
El modelo europeo
A pesar de las diferencias de cada experiencia nacional, los países
de Europa han guardado ciertos puntos en común en el desarrollo de
sus sistemas nacionales de televisión. En la gran mayoría
de los casos el Estado tuvo una fuerte intervención tanto
en la producción de los programas como en la gestión,
en forma directa o delegada, de las estaciones de televisión.
Partiendo de la base de lo limitado del espectro de las radiofrecuencias
por el que circulan las señales de televisión, y de la falta
de un mercado de consumo capaz de garantizar la venta de televisores y la
rentabilidad de las inversiones publicitarias, las Administraciones centrales
de los Estados se volcaron a gestionar uno o dos canales de televisión
de alcance nacional financiados a través de un impuesto específico
llamado canon.
En la base de estos sistemas estuvo la idea de que la televisión
es un instrumento formidable para educar, informar y entretener
a los ciudadanos. Y que la Televisión, nuevo y vital espacio público
de la democracia, debe garantizar el derecho a la libertad de expresión
y estar al servicio del pluralismo.
Del conjunto de sistemas televisivos surgidos en Europa, el británico,
con la emisora pública British
Broadcasting Corporation a la cabeza, ha sido (y aún hoy
lo es) el más celebrado. La BBC ha enarbolado estándares de
calidad de realización e independencia informativa tomados como modelos
en todo el mundo.
El modelo estadounidense
Este modelo, conmformado a lo largo de varias décadas, se basa en
la actuación de empresas de televisión privadas
y comerciales -denominadas networks- que fueron
estableciendo cadenas de emisoras a lo largo del territorio estadounidense.
Empero, el Estado se reserva un cierto control del funcionamiento del sistema
a partir del funcionamiento de la agencia federal FCC (Federal Communications
Commisission).
Fue en los años 50 cuando la FCC dictó una norma clave en
la ordenación del sistema audiovisual del país: puso un límite
a la cantidad de emisoras que podía tener una cadena (no
más de siete), al tiempo que impidió que éstas fueran
productoras de programas (salvo porcentajes mínimos). Asimismo, a
partir de esta norma se prohibió que los grandes estudios cinematográficos
de Hollywood fueran propietarios de canales de televisión.
El sistema se estabilizó con la presencia de tres grandes networks
nacionales (NBC, CBS
y ABC) conformadas
por una emisora-cabecera unida a una amplia red de emisoras
afiliadas. Estas últimas emiten entre 80 y 100 horas semanales
de programación suministrada por la cabecera y completan sus emisiones
con programación local. Por último no podemos dejar de hacer
referencia a la Public
Broadcasting System (PBS), una corporación de televisión
no comercial, fundada en 1969, financiada a través del dinero
público (Administraciones) y privado (fundaciones, particulares,
etc.)