Numerosos profesionales del medio, junto a periodistas e intelectuales,
constituyen el núcleo de los integrados y juntos
unen sus voces y recursos para señalar que la televisión es
un fantástico medio de comunicación que, lejos de cualquier
elitismo pasado o presente, forma parte del sistema nervioso de las sociedades
contemporáneas.
En la defensa del medio televisivo y de los contenidos que éste transmite
subyace una defensa de los gustos masivos y populares, puesto que la cultura
de masas de nuestros días es la cultura genuina de la sociedad.
En este sentido, la televisión es “una ventana al mundo”
y un formidable instrumento de socialización que
sirve de elemento de cohesión social y de satisfacción personal
al poner al alcance de cualquiera entretenimiento, información y
cultura.
El investigador español Raúl Rodríguez Ferrándiz
(2001) explica que las defensas de la televisión pasan en resumidas
cuentas por:
En suma, que la televisión elabora los
verdaderos discursos pedagógicos que circulan hegemónicamente
por la nación: el medio nos tiene al corriente de las amenazas
que nos rodean, nos informa sobre el cáncer, el alcoholismo, las
enfermedades de transmisión sexual, nos advierte de las precauciones
que debemos tomar en las carreteras, en las playas. La Televisión
promueve un individualismo narcisista pero tolerante,
de principios fluctuantes y moralidad esencialmente abierta; por ejemplo
en la representación social e ideológica de los valores
‘políticamente correctos’ que trasmiten las
series de ficción.
De esta manera, los medios, entre ellos evidentemente la televisión,
han conseguido completar en un ciclo temporal más corto
los valores pedagógicos y de socialización que emanan a
medio plazo de otras instancias de socialización y de transmisión
del saber, como la familia o la escuela.
Los integrados consideran que la Televisión es uno de los
mecanismos básicos de socialización y una de las
principales fuentes de información de los niños. Además,
señalan numerosos investigadores, la influencia de la televisión
en la conducta del niño depende en gran medida del entorno familiar
y social en que se desarrolla el pequeño televidente.
En otro orden, se señala que la televisión y la “irrefutabilidad”
de sus imágenes enseña a considerar la política
y la información como bienes consumibles. Lejos de denunciar
la función mediadora de la televisión y la construcción
de la realidad de cada día, sus defensores apelan la objetividad
de las crónicas y reportajes televisivos, el clásico “Así
sucedió, así se lo contamos”.
Por último, señalemos una corriente de pensamiento que en
los últimos años viene revalorizando la figura del televidente
activo, es decir, un televidente capaz de analizar críticamente
los productos audiovisuales ofertados y de dar a los mismos significados
funcionales para sus necesidades.