En los países europeos la actividad televisiva se articuló
desde sus inicios a partir de la actividad de monopolios de titularidad
pública. Sin embargo, a partir de la década de los años
setenta pareció imprescindible que esos monopolios dieran cabida
en su oferta a una tercera cadena que respondiera a visiones
más cercanas a los intereses de los ciudadanos; así es lo
que se hizo, por ejemplo, en Francia (FR 3) o en Italia (RAI 3) y es lo
que internacionalmente se llamó ‘televisión
de proximidad’ (véase bloque I epígrafe 8).
En la España democrática de primeros de los años ochenta
parecía evidente que la estructura organizativa y de producción
de TVE no podía dar razón de las inquietudes descentralizadoras
del nuevo Estado de la autonomías. En primer lugar por lo más
evidente: con una segunda cadena con grandes deficiencias para que su cobertura
llegase a toda España, pensar en poner en marcha una tercer programa
no era más que una quimera. Pero en segundo lugar porque la clase
política de los partidos nacionales y la de los partidos de actuación
autonómica no pensaron seriamente en las vías para resolver
el problema. Finalmente, el Congreso de los diputados aprobó la ley
de los terceros canales de televisión en diciembre de 1983;
pero EITB, Euskal Irratí Televista, la televisión vasca, aprobada
previamente por una prerrogativa de su Estatuto de Autonomía y TV
3, la catalana, se había creado meses antes (mayo de 1982 y mayo
de 1983, respectivamente).
Sea como fuere, a lo largo de la década de los años ochenta
fue apareciendo una primera generación de televisiones autonómicas
que constituyeron la FORTA, Federación de Televisiones
Autonómicas: EITB (que comenzó sus emisiones el 31 de diciembre
de 1982) TV3 (inauguración en enero de 1984), TVGa, (Televisión
de Galicia, julio de 1985), Canal Sur (Andalucía, 1987), Tele Madrid
(Madrid, 1989), Canal 9 (Comunidad Valencia, 1989). A lo que en la segunda
mitad de los años noventa se han incorporado las televisiones autonómicas
de las Islas Canarias (TVC) y de Castilla La Mancha (CMT), y antes los segundos
canales de las emisoras de ‘primera generación’ (ETB
2, Canal 33/K3, Punt 2, Canal 2 Andalucía, La Otra).
La FORTA se ha consolidado como una verdadera tercera
cadena nacional que comparte entre sus afiliados la compra de programas
como los derechos de la liga de fútbol, series internacionales o
largometrajes, y que posee una cobertura que abarca casi todo España.
En las televisiones autonómicas, y al margen de su indudable eficacia
en la cohesión social de los territorios y en los procesos
identitarios de sus ciudadanos, se ha producido uno de los fenómenos
más interesantes del sector televisivo español de la última
década. Fueron las televisiones vasca y catalana con Goenkale (1994)
y Poble Nou (1994), sendas series de treinta minutos de duración
programadas en el horario de sobremesa, quienes descubrieron un enorme nicho
que no había sido previsto por las emisoras de cobertura estatal:
los televidentes autonómicos parecían muy dispuestos a congraciarse
con el visionado de ficciones locales propias, que en sus lenguas reforzaran
los mecanismos de autoidentidad.
El inesperado éxito se ha venido prolongando en otras series como
Nissaga de poder (1995-1998) o Plats Bruts (1998) en TV 3, Benta Berri en
ETB. Asimismo, se ha extendido a otras televisiones autonómicas en
las que productos autóctonos se han convertido en formidables éxitos
como Mareas vivas (1999) en TVGa o Plaza Alta (1998) en Canal Sur y se ha
convertido en la principal seña de identidad de la oferta
de las televisiones autonómicas.