A pesar de que existe una coincidencia generalizada sobre la importancia
histórica que posee el periodo conocido como la Transición
de la dictadura a la democracia (1976-1982), lo cierto
es que no se ha subrayado suficientemente el decisivo papel que jugo el
medio televisivo en el conjunto del proceso político. Y
eso que, excusado es decirlo, la televisión era ya en ese tiempo
la principal manera de entretenimiento en nuestro país y en muchas
ocasiones la principal (o única) forma de información y conocimiento
de millones de españoles.
Vista desde la contemporaneidad la Transición en TVE consistió
en varias operaciones.
En primer lugar, se trató de erosionar los valores sociales
que la dictadura había permeabilizado en la sociedad española.
No debe olvidarse que hasta el año 1977 o 1978 las encuestas indican
que los valores de paz, orden y estabilidad prevalecen frente a los de libertad
y democracia. Ciertamente, los responsables de TVE se esforzaron, y mucho,
en contrarrestar para los ojos y oídos de la “España
profunda” los riesgos de la parálisis o de la involución
política. Un ejemplo entre muchos: durante los trágicos días
de enero de 1977, con atentados terroristas de extrema derecha y extrema
izquierda, el rostro compungido de los presentadores de los Telediarios
comunicaba a los españoles, más quizá que los discursos
oficiales, lo inadecuado de la violencia como arma política.
En segundo lugar, se necesitó legitimar simbólicamente
desde las antenas televisivas el incipiente régimen de libertades;
para ello se creó un estatuto nuevo para la clase política
y para sus actividades públicas al margen del rancio oficialismo
del franquismo. Excepcionalmente ilustrativa resulta, en este sentido, la
asociación que TVE hizo entre elecciones y la alegría de un
hecho extraordinario. La frase de ‘fiesta de la democracia’,
que aun hoy se escucha, y que no tiene equivalente en otros países
europeos, adquiere su sentido al comprobar las tácticas programativas
televisivas para las noches electorales. Por ejemplo, el 15 de
junio de 1977, día de las primeras votaciones democráticas,
para amenizar la espera de los resultados, en TVE programan un espacio que
con el título de Esta noche fiesta reunió, cual especial de
nochevieja, a cantantes de la época como Julio Iglesias, Isabel Pantoja,
Manolo Escobar, Georgie Dann o Karina.
En tercer lugar, en la Transición se trató de elaborar,
a partir de la producción de series, una política pedagógica
de los nuevos valores democráticos. Si desplegamos el póquer
de las cinco series de mayor repercusión social del periodo, aparecen
Curro Jiménez, Cañas y barro, Fortunata y Jacinta,
Los gozos y las sombras y Verano azul. Y como el investigador Juan
Carlos Ibáñez ha indicado, en todos los casos, sean adaptaciones
de novelas o guiones originales, y especialmente en aquellas que más
han perdurado a lo largo de las décadas como Curro Jiménez
o Verano azul, se trata en sus argumentos de presentar personajes y actitudes
que tienen relación con una sociedad en plena transformación,
que aprende de sus errores y que busca un nuevo escenario de convivencia.
Desde otra perspectiva, también puede utilizarse TVE como una herramienta
histórica que permite evaluar el peso de los mismos cambios sociales.
Puede observarse en ese sentido la simple mutación de los gustos
de los espectadores. En el arco temporal que va desde 1976 a 1982, en la
lista de los programas más valorados los españoles pasaron
de disfrutar con Heidi (puesto primero de la lista; no es broma), La casa
de la Pradera (cuarto puesto) o El circo de TVE (octavo puesto) a hacerlo
con Más vale prevenir (primero), Los gozos y las sombras (cuarto),
Verano azul (séptimo), Informe semanal (décimo). Es decir,
que en siete años puede comprobarse la desaparición de programas
familiares, y en muchos casos ñoños, sustituidos por otros
que reflejan gustos más cercanos a la sensibilidad contemporánea.