Nada más comenzar la década de los noventa, el Gobierno
hizo público el texto que contenía el "Plan Nacional
de Promoción y Desarrollo de la Industria Audiovisual" con el
que alertó a la industria cinematográfica sobre el horizonte
que tenían ante sus ojos. Más que hablar de industria del
cine. se refieren al audiovisual como sector mucho más amplio y complejo.
El futuro va a ir hacia la pantalla y otras ventanas de distribución
(televisión en abierto y codificada, vídeo, DVD, etc.) y se
necesitarán productos que puedan competir con todo tipo de materiales.
Los productores españoles tardaron en reaccionar ante lo que se les
avecinaba. Al tiempo, sus proyectos se vieron en gran medida bloqueados
por la falta de inversión por parte de Televisión Española.
El mercado se resintió por la presencia agresiva del producto estadounidense
y de nada sirvió el argumento de "excepción cultural"
que se defendió desde Europa. La Ley impulsada por la ministra Carmen
Alborch en 1994 mejoró los pasos del decreto Semprun y permitió
revitalizar en cierta medida la industria cinematográfica, lo que
desencadenó con los años una euforia desmedida que no se justificó
en el conjunto de la producción anual, sino que se consolidó
en el tirón que supuso la exhibición de cuatro o cinco películas
que actuaron como locomotoras. Esta situación se intentó corregir
con la "Ley de Fomento y Promoción de la Cinematografía
y del Audiovisual" que se aprobó en junio de 2001.
Los directores con una trayectoria más dilatada como Luis G. Berlanga
(Todos a la cárcel, 1993), Gonzalo Suárez (Don Juan
en los infiernos, 1991; Mi nombre es sombra, 1996), J. J. Bigas
Luna (Las edades de Lulú, 1990; Bámbola, 1996),
Imanol Uribe (Días contados, 1994), José Luis García
Sánchez (Tirano Banderas, 1993; Siempre hay un camino a
la derecha, 1997) y José Luis Cuerda (La marrana, 1992;
Así en la tierra como en el cielo, 1995), apenas lograron
algunas respuestas de público con polémica incluida.
Fernando R. Trueba consiguió el segundo Oscar para una película
española con Belle Epoque (1992) y en su carrera posterior
obtuvo desiguales resultados. Pedro Almodóvar se convirtió
en referencia de la producción cinematográfica española
tanto dentro como fuera del país. Sus películas interesaron
a un grupo cada vez más numeroso de espectadores y levantaron polémica
tras sus respectivos estrenos. Tacones Lejanos (1991), Kika
(1993) y La flor de mi secreto (1995) son una muestra de su trayectoria
personal que consolidó eficazmente gracias al buen hacer promocional
que realizó siempre su productora. Su aportación creativa
se vio recompensada con el tercer Oscar para una película española,
premio que consiguió con Todo sobre mi madre (1999), quizás
la más premiada a nivel internacional de todo el cine español..
Es importante en esta década la presencia de nuevos directores, jóvenes
que con cierta ayuda se lanzaron a realizar su primera película y
que, en algunos casos, dispusieron de otras oportunidades para demostrar
su buen hacer. Julio Medem sorprendió con sus estructuras narrativas
e emocionales en Vacas (1991), La ardilla roja (1992) y Los
amantes del círculo polar (1998), apuestas que también
ofreció inicialmente Juanma Bajo Ulloa en Alas de mariposa
(1991) y La madre muerta (1993), y que permitió descubrir
a Benito Zambrano como un director prometedor (Solas, 1998). Más
prolífico resultó Manuel Gómez Pereira que encontró
en la comedia un terreno apropiado para enlazar un éxito tras otro
(Salsa rosa, 1991; Todos los hombres sois iguales, 1993; El
amor perjudica seriamente la salud, 1997). Directoras como Iciar Bollaín
(Hola, estás sola?, 1995), Isabel Coixet (Cosas que nunca
te dije, 1996), Gracia Querejeta (El último viaje de Robert
Ryland, 1996; Cuando vuelvas a mi lado, 1999) y Patricia Ferreira
(Sé quien eres, 2000), reclamaron un puesto en la industria
con obras de gran madurez y riqueza expresiva.
No obstante, la revelación de la década llegó de la
mano de José Luis Cuerda al producir los trabajos de Alejandro Amenábar.
Tesis (1996) fue el punto de partida de un itinerario extraído
de los grandes maestros del suspense y que desarrolló, con abundantes
florituras, en Abre los ojos (1997), aunque alcanzó cotas
de gran eficacia en Los otros (2001), película que se convirtió
en el mayor éxito de taquilla del cine español, rompiendo
con los récords que habían situado las películas de
Santiago Segura (Torrente, el brazo tonto de la ley, 1998; Torrente
2: Misión en Marbella, 2001).