El cine español de los años setenta ofreció un doble
perfil en el que dominó, especialmente, la herencia creativa del
cine más comercial -que influyó notablemente en los fondos
que se necesitaban para sostener al cine producido-, aunque también
buscó encontrar su propio hueco un cine más intelectual. El
Estado tuvo problemas para recuperar los créditos concedidos, circunstancia
que repercutió en el número de productoras existentes y el
de películas realizadas. No obstante, las normas liberalizadoras
que se introdujeron en diversos sentidos a partir de 1975, tendieron a plasmar
en el mundo del cine las aspiraciones democráticas que, lamentablemente,
no se tradujeron en una oferta creativa especialmente renovadora. Así
pues, las líneas de producción que se apreciaron a lo largo
de la década tuvieron que ver con fórmulas creativas que van
desde la comercialidad más pura hasta la propuesta más comprometida.
Así cabe hablar de la comedia sexy, más conocida como
"landismo", corriente que tiene que ver con la prolífica
trayectoria de algunos actores (Alfredo Landa, especialmente, pero también
José Sacristán y José Luis López Vázquez)
y el que se inclinó por unos temas que pretendían hablar del
liberalismo social, sobre la base del creciente turismo extranjero que en
masa llegaba a las costas mediterráneas y los viajes que los españoles
realizaban al extranjero. Una película resultó paradigmática
en este sentido, No desearás al vecino del quinto (1970),
de Ramón Fernández, pero le siguieron otras como Vente
a Alemania, Pepe (1971) ,
de Pedro Lazaga, Lo verde empieza en los Pirineos (1973), de Vicente
Escrivá, Dormir y ligar, todo es empezar (1974), de Mariano
Ozores, con unos repartos en los que participaron José Sazatornil
"Saza", Agustín González, Amparo Soler Leal, Concha
Velasco, Laly Soldevilla, Lina Morgan y el popular Paco Martínez
Soria.
También conviene mencionar la línea impulsada por el productor
José Luis Dibildos, una "tercera vía" que se situó
entre la comercialidad y la calidad. Fue una alternativa en la que mejoró
la apuesta creativa del populismo para acceder a unas historias que tenían
mucho que ver con un grupo social que se encontraba entre un querer ir hacia
delante ir con los tiempos- y un conservadurismo la tradición-
que pesaba más de lo debido. El punto de partida pudo ser Españolas
en París (1968), de Roberto Bodegas, director que continuó
con Vida conyugal sana (1973) y Los nuevos españoles
(1974). También se situaron en esta línea José Luis
Garci (Asignatura pendiente, 1977; Las verdes praderas, 1979)
y Manuel Summers (Adiós, cigüeña, adiós,
1970), Pedro Masó (Experiencia prematrimonial, 1972) y Antonio
Drove (Tocaca y fuga de Lolita, 1974).
Por último, y siguiendo los pasos marcados por Elías Querejeta
en cuanto a la calidad de la producción, surgen historias más
contundentes como La prima Angélica (1973), de Carlos Saura,
El espíritu de la colmena (1973), de Víctor Erice,
Pascual Duarte (1975), de Ricardo Franco, Furtivos (1975),
de José Luis Borau, y Las largas vacaciones del 36 (1976),
de Jaime Chavarri, entre otras que también se acercan al reto personal
de madurez narrativa como fueron El bosque del lobo (1970), de Pedro
Olea, y El crimen de Cuenca (1979), de Pilar Miró. La distorsión
de la realidad, la comedia satírica defendida por otros directores
(Francisco Betriu, José Luis García Sánchez, Alfonso
Ungría, etc.) sólo fue respaldada por un espectador selectivo
y fiel a estas apuestas, que encontró también a un nuevo actor,
una generación artística que estaría presente a lo
largo de la transición política en el marco del progresismo
creativo: Carmen Maura, Angela Molina, Charo López, Xavier Elorriaga,
Eusebio Poncela, Joaquín Hinojosa, Ana Belén, José
Luis Gómez, etc.
Entre estas tres ofertas buscaron un hueco en las pantallas españolas
otras muchas producciones, entre ellas las películas de terror algunas
muy interesantes- firmadas por León Klimovski (La noche de Walpurgis,
1970) y Amando de Osorio (La noche del terror ciego, 1972), que siguieron
la estela marcada por el trabajo de Jesús Franco y Paul Naschy.