Desde comienzos de los años diez se fueron fundando las más
importantes empresas de cine estadounidenses como la Universal Pictures,
Fox Film Corporation después conocida por 20th Century Fox-,
United Artists, Warner Bros., Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Columbia, Paramount,
RKO, que irían sufriendo diversas modificaciones en su estructura
de gestión al fusionarse con otras empresas dedicadas a la exhibición
y la distribución. La consolidación de estas firmas permitieron
que la década de los años treinta se definiera como la "Edad
de oro" de los grandes Estudios cinematográficos estadounidenses
(y del mundo). El motivo no es sólo la producción continuada
que se realiza en cada uno de ellos, sino el desarrollo de las más
diversas líneas temáticas que dieron lugar una política
de géneros más definida.
Se contempló a la Metro Goldwyn Mayer con su famoso león
en la presentación de todas sus películas-, Paramount y Warner
con respeto, sobre todo porque fueron los Estudios que dispusieron de mayores
recursos tecnológicos y humanos. Después se incorporaría
al grupo la 20th Century Fox. En cualquier caso, la exclusividad no impidió
un intercambio a lo largo de los años de actores y directores según
intereses afines.
La MGM se hizo con el estrellato cinematográfico gracias a los temas
románticos dirigidos por Clarence Brown e interpretados por Greta
Garbo (Ana Karenina, 1935), las más diversas historias firmadas
por Victor Fleming (La indómita, 1935; Capitanes intrépidos,
1937), en especial dos películas que marcaron una época de
esplendor: Lo que el viento se llevó (1939), con Clark Gable
y Vivien Leigh, y El mago de Oz (1939), con una jovencísima
Judy Garland. Los hermanos Marx fueron dirigidos por Sam Wood en sorprendentes
películas como Una noche en la ópera (1935) y Un
día en las carreras (1937). La producción musical del
Estudio quiso ser una proyección de los espectáculos de Broadway,
tanto operetas (con Jeannette MacDonald) como historias con mucho baile
(con Eleanor Powell).
La Warner Bros. supo desarrollar hábilmente géneros como el
cine negro y el cine de aventuras. En el primero Mervin LeRoy dirigió
títulos tan representativos como Hampa dorada, (1930), con
Edward G. Robinson, y Soy un fugitivo (1932), con Paul Muni; en el
cine de aventuras destacan las aportaciones de Michael Curtiz, representativas
de un modo de hacer que atrapó al público de la época:
La carga de la brigada ligera (1936) y Robín de los bosques
(1938), ambas con Errol Flynn y Olivia de Havilland. Y en el campo musical
sobresalieron las películas barrocas dirigidas y coreografiadas por
Busby Berkeley.
Paramout por su parte apoyó los grandes filmes históricos
de Cecil B. De Mille como El signo de la cruz (1932) y Cleopatra
(1934), la comedia sofisticada y de fina ironía de Ernst Lubitsch
(Un ladrón en mi alcoba, 1932; La viuda alegre, 1934)
o el cine de gangsters y de terror dirigidos con buen pulso por Rouben Mamoulian
(Las calles de la ciudad, 1931; El hombre y el moustruo. Dr. Jekyll
y Mr. Hyde, 1932) .
Sus películas musicales fueron mas bien historias en las que diversos
actores cantaban unas canciones (Mae West, Bing Crosby, etc.).
La Universal se especializó en cine de terror con inolvidables películas
que han marcado a buena parte del cine posterior de género. James
Whale fue el responsable de Frankenstein (1931) y El hombre invisible
(1933), entre otras. Tod Browning dirigió Drácula
(1931), con un inimitable Bela Lugosi, y una sorprendente e inigualable
La parada de los monstruos (1932).
La RKO produjo los musicales de la pareja de baile más famosa del
cine: Fred Astaire y Ginger Rogers, especialmente con La alegre divorciada
(1934) y Sombrero de copa (1935). La Columbia se centró
en una producción más familiar, destacando las comedias de
Frank Capra en la línea de Sucedió una noche (1934),
con Claudette Colbert y Clark Gable, El secreto de vivir (1936),
con Gary Cooper y Jean Arthur, y Vive como quieras (1938), con Jean
Arthur emparejada en esta ocasión con James Stewart.