Desde finales del siglo XIX, cuando se producen las primeras imágenes
en movimiento, se intentó que tanto el fonógrafo inventado
por Edison como el gramófono diseñado por Emil Berliner pudieran
se acoplados al Cinematógrafo. Quien lo intentó en primer
lugar fue el francés Auguste Baron, después le siguieron otros
muchos. No obstante, cuando el Cinematógrafo comienza a difundirse
por el mundo, lo empresarios tenían más interés en
explotar el nuevo espectáculo que en pensar en rentabilizar algo
nuevo, económicamente más costoso.
A partir de los experimentos e investigaciones que se remontan a los primeros
años del siglo XX, y que se centran en el registro y la reproducción
del sonido cinematográfico, los sistemas que se patentan en torno
a los años veinte buscan hacer realidad un sueño de muchos:
que los actores hablen en la pantalla. La Warner Bros. es la primera empresa
que se arriesga a producir las primeras películas "sonoras"
y "habladas". El primer intento parcial se aprecia en Don Juan
(1926), y el segundo y más importante, en El cantor de jazz
(1927), ambas dirigidas por Alan Crosland. Este nuevo paso tecnológico
va a influir de manera determinante en la industria, en los profesionales
que en ella trabajan, en los planteamientos estéticos de las historias,
obligando a una reestructuración industrial que afectará,
inevitablemente, a la comercialización de las películas en
todo el mundo.
La polémica suscitada entre la Warner (su sistema llamado Vitaphone
suponía la sincronización del disco con el proyector cinematográfico)
y la Fox (tenía el sistema Movietone) y la RCA (con su sistema Photophone),
éstos con el registro del sonido en la misma película (llamado
sonido óptico), y otras empresas, obligó a decidir adoptar
un sistema estándar de sonido para evitar el caos en la industria.
Se decidió que el más apropiado era el sonido óptico,
porque iba impreso en la misma película.
Las primeras películas sonoras que comenzaron a circular por todo
el mundo se adaptaron a las circunstancias del momento. Se proyectaron películas
mudas sonorizadas y se remontaron otras incorporándoles partes sonoras.
Los Estudios afincados en Hollywood comenzaron a producir películas
en varias versiones (idiomas) con el fin de comercializar cada una en su
correspondiente país, sobre todo cuando la versión original
con subtítulos fue rechazada en la mayoría de los países.
Este sistema perduró durante unos años hasta que vieron que
resultaba muy costoso. Fue el momento en que los productores decidieron
adoptar el doblaje como opción más económica. Con el
tiempo, se adoptó e implantó definitivamente dicho procedimiento
en casi todos los países, con lo que la obra original comenzó
a tener "versiones" derivadas de la traducción realizada
en cada país.
Entre las películas que muestran los problemas que se vivieron en
diversos países entre 1926 y 1931, cabe mencionar El séptimo
cielo (1927), de Frank Borzage, La muchacha de Londres (1929)
,
de Alfred Hitchcock, M, el vampiro de Dusseldorf (1931), de Fritz
Lang, y la española El misterio de la Puerta del Sol (1928),
de Francisco Elías, entre otras. Sobre la vivencias de los actores
y los problemas económicos y técnicos vividos en los grandes
Estudios estadounidenses durante los rodajes de las primeras películas
sonoras, debe recordarse Cantando bajo la lluvia (1952), de Stanley
Donen.