Antes de dar a conocer el Cinematógrafo, en diversos países
de Estados Unidos y Europa varios inventores están trabajando en
varios sistemas que tenían un objetivo común: el visionado
y proyección de imágenes en movimiento. Entre 1890 y 1895,
son numerosas las patentes que se registran con el fin de ofrecer al público
las primeras "tomas de vistas" animadas. Entre los pioneros se
encuentran los alemanes Max y Emil Skladanowski, los estadounidenses Charles
F. Jenkins, Thomas Armat y Thomas Alva Edison, y los franceses hermanos
Lumière.
En la mayoría de los aparatos el visionado de las imágenes
sólo se podía hacer de manera individual; el más conocido
en esta línea fue el Kinetoscopio de Edison. Por eso, aunque ya desde
1893 ya se dispone de una primeras películas, la existencia del Cinematógrafo
como tal no comienza a correr de boca en boca hasta la primera proyección
pública que organizan los hermanos Auguste y Antoine Lumière
el día 28 de diciembre de 1895 en París, en el Boulevard de
los Capuchinos. Las primeras imágenes que proyectan en el pequeño
salón causan sorpresa y hasta temor entre los espectadores presentes,
alguno de los cuales al ver La llegada del tren a la estación
creyeron que se iba a salir de la pantalla y llegaron a levantarse del asiento.
Tras la presentación del Cinematógrafo en París, en
otras muchas ciudades europeas y americanas comienza a "presentarse"
el nuevo invento. En España la primera proyección la ofrece
un enviado de los Lumière en Madrid, el 15 de mayo de 1896. A partir
de este año, se sucederán sin interrupción las proyecciones
y, con ellas, la demanda de más títulos, con lo que se inicia
la producción a gran escala de películas que, poco a poco,
van aumentando de duración al igual que mejora la historia que narran.
Durante unos años, los temas de las películas se repiten con
cierta frecuencia, y los espectadores se dejan atrapar, sobre todo, por
aquellas que les resultan más sorprendentes. En esta línea
trabaja en mago francés Georges Méliès que comienza
a dirigir una serie de películas que tienen muchos trucos y efectos,
imágenes mágicas en las que desaparecen personajes (Escamoteo
de una dama, 1896), chocan trenes, crecen los objetos y hasta se puede
viajar a lugares desconocidos (Viaje a la Luna, 1902). Esta línea
creativa la desarrollará el español Segundo de Chomón,
que compite con Méliès en la producción de películas
sorprendentes (El hotel eléctrico, 1908) .
También fueron importantes las aportaciones de los fotógrafos
de la Escuela de Brighton, pioneros británicos que sorprendieron
por la utilización narrativa de ciertos recursos que dieron fuerza
a la historia que contaban, como sucedió con La lupa de la abuela
(1900), de James A. Williamson, en donde el punto de vista da mayor
expresividad a los hechos que se narran.
En Estados Unidos será Edison el máximo impulsor del Cinematógrafo,
consolidando una industria en la que desea ser el protagonista indiscutible
al considerarse como el único inventor y propietario del nuevo espectáculo.
A su sombra van creciendo otros directores como Edwin S. Porter, que logrará
dar un paso fundamental en la construcción de una historia con el
diseño de una estructura que se centra en "el salvamento en
el último minuto" (Asalto y robo de un tren, 1903; película
que daba inicio a un género exclusivo americano: el western).