Toda película de ficción debe tener un
argumento; es decir, una persona debe haber escrito una historia que puede
ser llevada a la pantalla. El camino a seguir puede ser doble: limitarse
a adaptar una obra literaria por lo tanto, partir de un argumento
existente- o, por otra parte, escribir una historia original. En el primer
caso supone acudir a los escritores de todas las épocas, un fondo
argumental fuera de toda duda (y se han dado casos en que los propios autores
participan en el guión); en el segundo, obliga a idear historias
que, en algunos casos, también parten de hechos reales que son reelaborados
para dar forma a un argumento social, dramático o cómico.
Han sido numerosos los directores que escribieron
los guiones de sus propias películas en solitario o con colaboradores
(Charles Chaplin, David W. Griffith, Erich von Streoheim, Orson Welles,
Blake Edwards, Woody Allen, etc.). Es una tendencia que domina la industria
a lo largo de su historia. No obstante, se pueden destacar aportaciones
singulares y representativas de todas las propuestas.
Josef von Sternberg colaboró con el guionista
Jules Futhman en algunas de sus primeras películas, como en Los
muelles de Nueva York (The docks of New York, 1928) o El expreso
de Shanghai (Shanghai Express, 1932) ,
guionista que también firmó algunos de los más interesantes
filmes de Howard Hawks como Sólo los ángeles tienen alas
(Only angels have wings, 1939) o El sueño eterno (The
big sleep, 1946). Es imposible separar la docena de trabajos escritos
por Dudley Nichols para John Ford -entre ellos La patrulla perdida (The
lost patrol, 1934), El delator (The informer, 1935) y
La diligencia (Stagecoach, 1939)- así como la otra
docena de Frank S. Nugent con el mismo director, de cuya colaboración
salen películas como Fort Apache (1948), El hombre tranquilo
(The quiet man, 1952) y Centauros del desierto (The
searchers, 1956).
Sorprendentes en el cine estadounidense fueron
las colaboraciones del director Billy Wilder con guionistas como Charles
Brackett -entre ellas Días sin huella (The lost weekend,
1945) y El crepúsculo de los dioses (Sunset boulevard,
1950)- y con I.A.L. Diamond, con quien firmó otras muchas memorables
e irrepetibles películas: Con faldas y a lo loco (Some
like it hot, 1959), El apartamento (The apartment, 1960)
y otros diez títulos. También los guiones de Ben Hecht para
Howard Hawks -Scarface, el terror del hampa (Scarface, 1932)
o La comedia de la vida (Twentieth century, 1934)-, para Alfred
Hitchcock Recuerda (Spellbound, 1945) y Encadenados
(Notorius, 1946)- y para William Wyler Cumbres borrascosas
(Wuthering heights, 1939)-.
Trabajan con gran eficacia y versatilidad Philip
Dunne [¡Qué verde era mi valle! (How green was my
valley, 1941), de John Ford, y El fantasma y la señora Muir
(The ghost and Mrs. Muir, 1947), de Joseph L. Mankiewicz]; Nunnally
Johnson [Las uvas de la ira (The grapes of wrath, 1940), de
Ford; La mujer del cuadro (The woman in the window, 1944)
,
de Fritz Lang]; Howard Koch, que firmará varias historias dirigidas
por Michael Curtiz como The sea hawk (1940) o Casablanca (1942);
Dalton Trumbo, uno de los más perjudicados por la "caza de brujas"
y a quien se deben los guiones de Treinta segundos sobre Tokio (Thirty
seconds over Tokio, 1944), de Mervyn LeRoy, o Espartaco (Spartacus,
1960), de Stanley Kubrick; y Paddy Chayefsky guionista con tres Oscar-
especialmente en sus colaboraciones con Delbert Mann Marty (1955),
En la mitad de la noche (Middle of the night, 1959)-.
El musical de finales de los cuarenta y primeros
cincuenta no se entienden sin Stanley Donen, Gene Kelly y Vincente Minnelli,
pero estos no tendrían muchas soluciones argumentales sin la presencia
de Betty Comden y Adolph Green, impulsores también de la renovación
del género. La comedia tiene, entre otros, a Garson Kanin, especialmente
en aquellas películas dirigidas por George Cukor, títulos
tan memorables como La costilla de Adán (Adams rib,
1949) o La rubia fenómeno (It should happen to you,
1954). Frank Fenton y James Webb ayudaron con sus historias a la consolidación
del western en los cincuenta.
Otras colaboraciones recordadas son las de Earl
Felton con Richard Fleischer en especial Veinte mil leguas de viaje
submarino (20.000 leagues under the sea, 1954)-, Horton Foote
con Robert Mulligan a destacar Matar a un ruiseñor (To
kill a mockingbird, 1963)-, Carl Foreman y Michael Wilson con el director
David Lean en películas como El puente sobre el río Kwai
(The bridge on the river Kwai, 1957) y Lawrence de Arabia
(1962), y la de Ruth Prawer-Jhabvala, guionista que alcanzó dos Oscar
por sus adaptaciones para el director James Ivory: Una habitación
con vistas (A room with a view,1986)
y Regreso a Howards End (Howards Ends, 1992).
Al margen del cine estadounidense, son otros
muchos los escritores y guionistas que aportaron originalidad al cine de
otros países. Rafael Azcona marca con su trabajo la trayectoria de
el mejor cine escrito en España, y le acompañan Pedro Beltrán
y Jorge Semprun, éste a nivel internacional. Cesare Zavattini, Sergio
Amidei, Furio Scarpelli, Agenor Incrocci Age, Suso Cecchi De Amico son fundamentales
en el cine italiano, tanto como lo son Carl Mayer, Thea von Harbour para
los primeros años del cine alemán, y Marcel Achard, Charles
Spaak, Jean-Claude Carrière para el cine francés, o Yoshikata
Yoda y Shinobu Hashimoto para el cine de los japoneses Kenji Mizoguchi y
Alira Kurosawa, por citar algunos.