9.6 Ciclismo
El
ciclismo es desde la perspectiva de la televisión un
producto clásico. Por descontado que no todas las pruebas ciclistas
poseen el mismo atractivo para el público. En la actualidad la demanda se
ha construido sobre la importancia del Tour de Francia y en menor medida
sobre la Vuelta a España, las pruebas del campeonato del Mundo y algunas
clásicas.
La propia
estructura de la
competiciones básicas beneficia a los
intereses
de programación. Son carreras de 21 días, con sólo dos jornadas de descanso,
compuestas por etapas de varias horas de duración, teniendo muchas, como
las que se desarrollan en la montaña o las de contrarreloj muchos y muy
distintos puntos de atracción. El corolario es que
el
programador puede llenar toda una parcela de la parrilla durante las
tres semanas que dura la competición, permitiéndose realizar con aparente
libertad cortes publicitarios en diversos momentos.
Es precisamente este diseño temporal el que
fomenta
la identificación y la atracción del aficionado. La larga duración de
las etapas
se asocia emocionalmente
con una jornada laboral, aumentando su sensación de verismo - de verdadero
trabajo - y de dureza que transmiten 'los esforzados de la ruta'. La competición
también
puede ser condicionada por
la televisión reservándose,
cuando es posible, las mejores etapas- habitualmente las etapas reina de
montaña y contrarreloj decisivas -para el fin de semana.
Sin llegar a los extremos del mundo del motor, el ciclista se convierte
también en un
hombre anuncio rodante.
De hecho, son los únicos deportes de equipo que
no
se identifican por determinado ámbito geográfico sino por una marca.
En el ciclismo el nombre del equipo emana de quien paga el presupuesto anual
- ONCE, iBanesto.com, Euskastel Euskadi, Kelme-Costa Blanca... - y este
patrocinio se refleja en el maillot del
deportista. A su vez los distintos premios de la carrera los conceden distintas
empresas, por lo que no es extraño ver al líder de la competición portando
un vestuario compuesto por diversos nombres de marcas.
La
retransmisión se organiza
con unas
singularidades de realización difíciles
de encontrar en otros tipos de transmisiones deportivas:
En primer lugar el
uso del plano
aéreo con fines narrativos. Mientras en fútbol y otros deportes podemos
encontrar alguna vez este tipo de perspectiva, también llamada
plano cenital si la cámara se coloca próxima a la vertical de la acción,
con meros fines descriptivos - mostrar una perspectiva distinta del campo
de juego - en ciclismo este plano, realizado desde helicóptero, muestra
el avance de la serpiente multicolor a través de los diversos paisajes de
la etapa.
En segundo, los
planos desde moto
(travelling en paralelo); con ellos el espectador puede
estar junto al ciclista, gracias a que en las carreras siempre hay
vehículos motorizados que se introducen directamente entre ellos acercando
a la audiencia los rostros del sufrimiento y del esfuerzo de los competidores.
En tercero y último, en el ciclismo
no
se establece ningún eje de referencia. Las cámaras cambian de lado constantemente
sin hacer por ello que el espectador se sienta perdido. La
larga distancia y la
duración de la prueba permiten que psicológicamente
el televidente tenga en todo momento una sensación abstracta de la referencia
de posición de los ciclistas sólo
concretada por los datos que aportan los comentaristas y diversos
gráficos con los que completa la transmisión.