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9.1 ¿Qué es el guión?
Existe una máxima incontestable en el mundo del cine: un buen guión no garantiza una buena película, pero sin un buen guión no puede haber una buena película; y un corolario complementario: un mal director puede estropear un buen guión pero ni el mejor director salvará un mal guión (quizá con la sublime excepción del trabajo mexicano de Luis Buñuel). Pero ¿qué es el guión?

La definición exacta de Guión se antoja compleja y con variaciones según los autores. En cierta manera se establece en un punto de equilibrio entre la fuerza creativa de literatura y la del séptimo arte. De igual modo que hay guiones que se convirtieron en novelas como 2001, una Odisea del Espacio de Arthur C. Clarke son multitud los ejemplos de novelas que se transforman en guiones y luego en películas o series televisivas (desde El Quijote hasta Harry Potter o El señor de los anillos). El resumen más simple podría indicar que un guión es un texto escrito concebido desde su origen para transformarse en imágenes. Cierto es que, como indica Jean Claude Carrière, coguionista habitual de Luis Buñuel, el guión se halla más próximo a la imagen, al director, que a la forma escrita, al escritor.

Ya hemos indicado en otros epígrafes que la narrativa fílmica es causal. Es decir que los guiones comienzan o parten de un punto (con frecuencia sin dar ninguna información sobre los procesos acaecidos con anterioridad) y se constituyen como trayecto que avanza por medio de acciones y conflictos de los personajes para llegar a otro punto que se determina como final (y deja conscientemente al margen la evolución futura). Dos ejemplos: ¿qué era de la vida de Torrente antes de entrar en el bar, plano con el comienza el primer film de la saga? o ¿qué hacen ‘los otros’ en la actual sociedad de la información en la que las islas del canal son paraísos fiscales?

Como se sabe, la progresión lineal de incidentes, episodios y acontecimientos relacionados entre sí que conducen a una resolución dramática se han definido ancestralmente como planteamiento o principio, nudo o medio y desenlace o final. El norteamericano Syd Field, la autoridad más reconocida entre los autores de manuales de escritura de guiones, hasta tal punto que sus libros se han traducido a 17 lenguas y han vendido unos 600.000 ejemplares en todo el mundo, establece unas normas para la escritura de los guiones por las que se considera que cada página Din A 4 de un guión equivale a un minuto de proyección en pantalla, de lo que puede deducirse que debe trabajarse con un promedio de unas 120 páginas por guión.

Con este modelo tripartito, paradigma en las palabras de Syd Field, utilizaremos las primeras 30 páginas como planteamiento de la historia, las siguientes 60 páginas equivaldrán al segundo acto o nudo y las 30 últimas páginas serán de resolución, el tercer acto. Recordemos que estas medidas son promedios, hay películas que duran 90 minutos y otras que llegan a las cuatro horas de proyección, hay films que pueden llevar su planteamiento hasta el minuto 40 o reducirlo al 25, pero salvo elecciones azarosas podremos aplicar proporcionalmente el paradigma a cualquier película o guión que analicemos.

Según Doc Comparato, otro autor cuyos libros tienen gran circulación en el mercado español y latinoamericano, todo guión se compone de tres elementos esenciales: Logos, el discurso sustentado por la palabra, la organización verbal del guión; Pathos, el drama, la acción convertida en conflicto y que genera los acontecimientos y Ethos, el significado último de la historia, lo que se quiere decir, el motivo por el que se escribe, las preguntas y las respuestas.

Con independencia de que en la actualidad sea relativamente habitual la publicación editorial de los guiones de las películas de éxito, lo cierto es que un guión como forma escrita es perecedero. Su existencia depende del tiempo que se tarda en convertir en producto audiovisual y luego permanece como sustrato de la forma visible que es el film. Como cada uno de los elementos que intervienen en el proceso creativo fílmico su virtud se basa en su invisibilidad para el espectador medio. Lo que no obsta para que un buen ejercicio de análisis fílmico consista en tratar de ver una película, aconsejablemente de corte comercial, e intentar cronometrar en qué minutos situamos el final de la presentación y el inicio del desenlace.