2.2.1 La voz

La voz es el instrumento con el que los humanos nos expresamos habitualmente, por lo que no es de extrañar que en un medio como el que nos ocupa, eminentemente hablado, ésta sea, como se ha comentado en más de una ocasión, la columna vertebral del sonido radiofónico. El profesor Balsebre advierte que ninguna de las materias primas que constituyen el lenguaje radiofónico es por sí misma fundamental para la producción, pero reconoce que la palabra es indispensable en la radio. En este sentido, Balsebre sostiene que aquellos creadores que prescinden de la palabra en sus obras radiofónicas, rara vez consiguen un éxito comunicativo.

Ahora bien, en lo que podríamos calificar como la oscuridad radiofónica, es materialmente imposible ver la imagen del locutor que está transmitiendo un partido de fútbol o de aquel otro que está pinchando el disco que más te gusta. Sin embargo, nada impide que, fruto de tu propia imaginación, puedas recrear en tu mente el rostro de quien te habla, su aspecto físico o su estado de ánimo. Es más, en el caso del partido de fútbol podrías visualizar, incluso, la velocidad a la que un jugador se dirige a la meta contraria con intención de marcar un gol. Y todo ello con sólo escuchar el sonido de su voz.

Esto es así porque, como consecuencia de la particular relación emisor/receptor que se da en la comunicación radiofónica, la voz se dota de una especial significación, ya que ésta es la única herramienta de la que dispone el locutor para transmitir esa información complementaria (gestos, expresiones faciales, muecas, etc. ) que siempre aparece en aquellas otras situaciones comunicativas en las que sí es posible ver su imagen, como por ejemplo en el teatro, el cine o la televisión.

No debe sorprendernos, entonces, que en el libro Redacción y locución en medios audiovisuales: la radio, Amparo Huertas y Juan José Perona, profesores de radio en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona lleguen a decir que la voz es la sonrisa del radiofonista, su boca, sus ojos, sus manos, sus gestos... Su simpatía, su sentido del humor, su mirada... Sus movimientos, sus guiños, su vestimenta... La voz es amistad, confianza, credibilidad, misterio, alegría, tristeza, belleza, fealdad, miedo, seguridad... La voz es, en definitiva, todo lo que el oyente pueda llegar a imaginar.

En el capítulo ¿Cómo se hace? se habla de la locución radiofónica, así como de las técnicas que se pueden poner en práctica para manipular la voz según aquello que se pretenda comunicar. Sin embargo, antes de adentrarte en el mundo de la locución, conviene volver a recordarte que la voz es sonido y, como tal, cuando se emite presenta siempre un tono, una intensidad y un timbre determinados, al margen de otras características acústicas que se encabalgan sobre cualquier discurso verbal, como el ritmo, la entonación, etcétera.

Tono, intensidad y timbre. Definición y valores expresivos
El tono, la intensidad y el timbre tienen siempre un valor expresivo susceptible de variar en función de las variaciones tonales, tímbricas y de intensidad que efectuemos mientras hablamos. Pero para aproximarnos a esos valores, es prioritario definir estos tres conceptos. Para ello, tomaremos como referencia lo que al respecto señalan los profesores Amparo Huertas y Juan José Perona en su libro Redacción y locución en medios audiovisuales: la radio:

El tono es la impresión que nos produce la frecuencia de vibración a la que se manifiesta una determinada onda sonora. En el caso de la voz, la marca del tono (grave o agudo) viene dada por la cantidad de movimiento que se produce en las cuerdas vocales al emitirla, es decir, por el número de vibraciones que en ellas tienen lugar. Cuantas más vibraciones se produzcan, más aguda será la voz, más alto será su tono. Por el contrario, cuantas menos vibraciones acontezcan en la laringe -lugar en el que, como sabes, se genera la voz humana-, más grave será el sonido resultante, más bajo será su tono.

La unidad de medida del tono es el Hertzio o Hertz (Hz), que expresa la frecuencia a la que vibra un cuerpo. Esta unidad de medida debe su nombre a Heinrich Hertz, personaje del cual encontrarás más referencias en el capítulo de Historia y evolución del medio.

La sensación de gravedad/agudeza de la voz es mucho menos concreta que la que nos proporciona la intensidad de la voz (volumen más bajo o volumen más alto), por lo que no es fácil establecer dónde se sitúa la frontera entre un sonido verbal grave y uno agudo. No obstante, existe un cierto consenso que la coloca en torno a los 200Hz. Precisamente, por debajo de esta frecuencia se mueven las voces masculinas normales (80Hz a 200Hz), mientras que las femeninas lo hacen entre los 150Hz y los 300Hz. De la misma forma, también entraña una seria dificultad determinar con exactitud qué impresión tenemos cuando escuchamos una voz grave o una aguda. De la primera tendemos a destacar su "varonilidad" y a asociarla con ciertos adjetivos como "seria", "creíble", "segura", "adulta" y "poderosa". La segunda, en cambio, se nos presenta como más "infantil", "dulce", "familiar", "alegre". Por eso, en los casos extremos podríamos decir que una voz es más grave cuanto más ronca y profunda resulta al oído, mientras que es más aguda cuanto más chillona suena.

En ocasiones, el concepto de tono se confunde con el de intensidad, incluso en los medios de comunicación. Así, es habitual que desde la radio o la televisión algún locutor, cuando habla con alguien por teléfono, le diga al receptor: "¿podría subir el tono de su voz?",cuando en realidad lo que le está pidiendo es que hable más alto, que suba el volumen para que se le oiga mejor.

El tono juega un papel determinante en la construcción sonora de ambientes y escenarios (los tonos agudos se asocian con la luminosidad y los colores claros, y con todos aquellos conceptos que, de alguna forma, se relacionan con dicha asociación: brillo, día, sol...; por el contrario, los tonos graves tienden a asociarse con los colores oscuros). El tono interviene también en la generación de ilusiones espaciales. Así, en la descripción de un objeto con respecto a una determinada situación espacial, la agudeza del tono implica lejanía, mientras que la gravedad sugiere proximidad. De la misma manera, las asociaciones arquetípicas establecen una estrecha relación entre la audición de una voz grave y las sensaciones de tristeza, depresión, pesimismo, melancolía, etc. Por el contrario, la agudización del tono indica alegría, optimismo o sorpresa, pero también miedo, nerviosismo y tensión. Finalmente, los tonos bajos incentivan la imaginación y la creación de personajes sombríos, misteriosos y/o malévolos, mientras que los altos son más adecuados para la recreación de tipos joviales, cómicos, etcétera.


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