La voz es el instrumento con el que
los humanos nos expresamos habitualmente, por lo que no es de extrañar
que en un medio como el que nos ocupa, eminentemente hablado, ésta
sea, como se ha comentado en más de una ocasión, la columna
vertebral del sonido radiofónico. El profesor Balsebre advierte
que ninguna de las materias primas que constituyen el lenguaje radiofónico
es por sí misma fundamental para la producción, pero reconoce
que la palabra es indispensable en la radio. En este sentido, Balsebre
sostiene que aquellos creadores que prescinden de la palabra en sus obras
radiofónicas, rara vez consiguen un éxito comunicativo.
Ahora bien, en lo que podríamos calificar como la oscuridad
radiofónica, es materialmente imposible ver la imagen del locutor
que está transmitiendo un partido de fútbol o de aquel otro
que está pinchando el disco que más te gusta. Sin
embargo, nada impide que, fruto de tu propia imaginación, puedas
recrear en tu mente el rostro de quien te habla, su aspecto físico
o su estado de ánimo. Es más, en el caso del partido de
fútbol podrías visualizar, incluso, la velocidad a la que
un jugador se dirige a la meta contraria con intención de marcar
un gol. Y todo ello con sólo escuchar el sonido de su voz.
Esto es así porque, como consecuencia de la particular relación
emisor/receptor que se da en la comunicación radiofónica,
la voz se dota de una especial significación, ya que ésta
es la única herramienta de la que dispone el locutor para transmitir
esa información complementaria (gestos, expresiones faciales, muecas,
etc. ) que siempre aparece en aquellas otras situaciones comunicativas
en las que sí es posible ver su imagen, como por ejemplo en el
teatro, el cine o la televisión.
No debe sorprendernos, entonces, que en el libro Redacción y
locución en medios audiovisuales: la radio, Amparo Huertas
y Juan José Perona, profesores de radio en la Facultad de Ciencias
de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona
lleguen a decir que la voz es la sonrisa del radiofonista, su boca, sus
ojos, sus manos, sus gestos... Su simpatía, su sentido del humor,
su mirada... Sus movimientos, sus guiños, su vestimenta... La voz
es amistad, confianza, credibilidad, misterio, alegría, tristeza,
belleza, fealdad, miedo, seguridad... La voz es, en definitiva, todo lo
que el oyente pueda llegar a imaginar.
En el capítulo ¿Cómo
se hace? se habla de la locución radiofónica, así
como de las técnicas que se pueden poner en práctica para
manipular la voz según aquello que se pretenda comunicar. Sin embargo,
antes de adentrarte en el mundo de la locución, conviene volver
a recordarte que la voz es sonido y, como tal, cuando se emite presenta
siempre un tono, una intensidad y un timbre determinados,
al margen de otras características acústicas que se encabalgan
sobre cualquier discurso verbal, como el ritmo, la entonación,
etcétera.
Tono, intensidad y timbre. Definición
y valores expresivos
El tono, la intensidad y el timbre tienen siempre un valor
expresivo susceptible de variar en función de las variaciones tonales,
tímbricas y de intensidad que efectuemos mientras hablamos. Pero
para aproximarnos a esos valores, es prioritario definir estos tres conceptos.
Para ello, tomaremos como referencia lo que al respecto señalan
los profesores Amparo Huertas y Juan José Perona en su libro Redacción
y locución en medios audiovisuales: la radio:
El tono es la impresión que nos produce la frecuencia de vibración
a la que se manifiesta una determinada onda sonora. En el caso de la voz,
la marca del tono (grave o agudo) viene dada por la cantidad de movimiento
que se produce en las cuerdas vocales al emitirla, es decir, por el número
de vibraciones que en ellas tienen lugar. Cuantas más vibraciones
se produzcan, más aguda será la voz, más alto será
su tono. Por el contrario, cuantas menos vibraciones acontezcan en la
laringe -lugar en el que, como sabes, se genera la voz humana-, más
grave será el sonido resultante, más bajo será su
tono.
La unidad de medida del tono es el Hertzio o Hertz (Hz), que expresa la
frecuencia a la que vibra un cuerpo. Esta unidad de medida debe su nombre
a Heinrich Hertz, personaje del cual encontrarás más referencias
en el capítulo de Historia y evolución
del medio.
La sensación de gravedad/agudeza de la voz es mucho menos concreta
que la que nos proporciona la intensidad de la voz (volumen más
bajo o volumen más alto), por lo que no es fácil establecer
dónde se sitúa la frontera entre un sonido verbal grave
y uno agudo. No obstante, existe un cierto consenso que la coloca en torno
a los 200Hz. Precisamente, por debajo de esta frecuencia se mueven las
voces masculinas normales (80Hz a 200Hz), mientras que las femeninas lo
hacen entre los 150Hz y los 300Hz. De la misma forma, también entraña
una seria dificultad determinar con exactitud qué impresión
tenemos cuando escuchamos una voz grave o una aguda. De la primera tendemos
a destacar su "varonilidad" y a asociarla con ciertos adjetivos
como "seria", "creíble", "segura",
"adulta" y "poderosa". La segunda, en cambio, se nos
presenta como más "infantil", "dulce", "familiar",
"alegre". Por eso, en los casos extremos podríamos decir
que una voz es más grave cuanto más ronca y profunda
resulta al oído, mientras que es más aguda cuanto más
chillona suena.
En ocasiones, el concepto de tono se confunde con el de intensidad, incluso
en los medios de comunicación. Así, es habitual que desde
la radio o la televisión algún locutor, cuando habla con
alguien por teléfono, le diga al receptor: "¿podría
subir el tono de su voz?",cuando en realidad lo que le está
pidiendo es que hable más alto, que suba el volumen para que se
le oiga mejor.
El tono juega un papel determinante en la construcción sonora de
ambientes y escenarios (los tonos agudos se asocian con la luminosidad
y los colores claros, y con todos aquellos conceptos que, de alguna forma,
se relacionan con dicha asociación: brillo, día, sol...;
por el contrario, los tonos graves tienden a asociarse con los colores
oscuros). El tono interviene también en la generación de
ilusiones espaciales. Así, en la descripción de un objeto
con respecto a una determinada situación espacial, la agudeza del
tono implica lejanía, mientras que la gravedad sugiere proximidad.
De la misma manera, las asociaciones arquetípicas establecen una
estrecha relación entre la audición de una voz grave y las
sensaciones de tristeza, depresión, pesimismo, melancolía,
etc. Por el contrario, la agudización del tono indica alegría,
optimismo o sorpresa, pero también miedo, nerviosismo y tensión.
Finalmente, los tonos bajos incentivan la imaginación y la creación
de personajes sombríos, misteriosos y/o malévolos, mientras
que los altos son más adecuados para la recreación de tipos
joviales, cómicos, etcétera.
Por su parte, la intensidad de la voz depende básicamente de la
potencia con la que el aire que procede de los pulmones cuando hablamos
golpea los bordes de la glotis, de modo que, cuanto más amplias
son las vibraciones que se producen durante la fonación, tanto
mayor es la fuerza a la que se emite una voz. La intensidad equivale al
volumen, por lo que es normal asociarla con la impresión de alta/baja
o de fuerte/débil.
A diferencia de lo que sucede con el tono, este rasgo acústico
es más fácil de diferenciar perceptivamente (a nadie le
cabe la menor duda de que un grito es una voz emitida a una alta intensidad),
al tiempo que despierta sensaciones mucho menos abstractas. Así,
una voz fuerte suscita cólera, ira, agresividad, pero también
alegría y optimismo, mientras que una voz baja evoca, por ejemplo,
tristeza, pesimismo, debilidad... La unidad de medida de la intensidad
es el Bel, aunque en la práctica se usa el Decibelio o Decibel
(dB), que es una décima parte del Bel. Para que te hagas una idea,
ten en cuenta que en una conversación normal, la intensidad de
nuestra voz suele situarse en torno a los 50 dB.
Sobre la intensidad de la voz, resaltaremos su capacidad para expresar
también actitudes emocionales. De hecho, las variaciones de intensidad
son muy adecuadas para representar estados de ánimo y aspectos
relativos al carácter de un determinado personaje: la agresividad,
la cólera, el miedo, la tensión o el nerviosismo se ilustran
con un volumen más alto que la tristeza, el cansancio, la debilidad
o la depresión. Por otra parte, la intensidad ayuda a describir
tamaños y distancias y, en combinación con la agudeza o
gravedad del tono, refuerza la ilusión espacial de lejanía
(volumen más bajo) o proximidad (volumen más alto).
Ahora que conoces el significado de los conceptos de tono e intensidad,
te proponemos que leas el siguiente texto y que, en función de
lo que en él se describe, es decir, atendiendo al significado de
las palabras que se utilizan, procures descubrir en qué sentido
debería evolucionar el tono y la intensidad para que, en una supuesta
locución radiofónica, el oyente pudiera hacerse una idea
exacta de lo que se le está narrando:
"Era un objeto extraño, muy extraño. Se aproximaba
hacia la tierra a gran velocidad, cada vez más rápido. Parecía
que iba a caer encima de nosotros. Pero luego, de repente, empezó
a alejarse lentamente, muy lentamente, hasta que desapareció entre
las estrellas"
Si escuchas cómo lo hemos sonorizado nosotros, te darás
cuenta de que en un principio el tono es grave y la intensidad alta (proximidad
del objeto), para, al final, acabar la locución del texto con una
intensidad mucho más baja y, por supuesto, con un tono más
alto (lejanía).
En cuanto al timbre, diremos que es la principal seña de identidad
que presenta cualquier sonido. Es su cualidad más particular, su
especificidad, aquello que en realidad posibilita que al percibir un sonido
lo podamos diferenciar de otro porque lo hace distinto, aunque ambos presenten
el mismo tono y la misma intensidad. Es, en definitiva, aquella característica
que permite distinguir entre una trompeta y un saxofón, o entre
la voz de nuestro mejor amigo y la de nuestro peor enemigo.
En el caso del ser humano, el choque del aire con las cavidades bucal
y nasal, el velo del paladar, los labios, la lengua y los dientes, determina
la forma que acaba adaptando una voz, originándose así esa
especificidad a la que nos hemos referido: Yo sueno distinto porque
la constitución física de mis resonadores es diferente a
la de los demás. No obstante, la particularidad que el timbre
otorga a una voz no es obstáculo para que éste no se pueda
manipular parcialmente y, por tanto, el sonido de nuestra voz cambie.
De hecho, si esto no fuera así raramente podrían explicarse,
por ejemplo, las imitaciones con las que nos deleitan algunos humoristas.
Atendiendo a lo que representa el timbre, esta señal tiende a confundirse
con otros rasgos, como lo demuestra el hecho de que algunas personas digan
de otras: "tiene un bonito tono de voz". Y es que el
timbre responde, para muchos, al atractivo de una voz, a su agradabilidad.
Por este motivo, los oyentes de radio reconstruyen en su mente el rostro
de su locutor preferido a partir, esencialmente, del timbre, aunque luego
no concuerde con la realidad.
El timbre, por consiguiente, puede llegar a informar, más que cualquier
otra cualidad acústica, sobre el aspecto del hablante (edad, atractivo,
altura,...), por lo que se perfila como una señal que facilita
la construcción de un determinado personaje o el retrato que del
locutor radiofónico quiera éste que se hagan los oyentes.
La complejidad del timbre dificulta establecer con cierto rigor cuáles
son las modificaciones que conllevarían a asociar una voz con un
físico concreto. No obstante, sí es posible, como ya se
ha dicho, variar la estructura de los resonadores y los órganos
articulatorios para imitar a ciertos personajes o simular la voz de un
niño, un anciano o un galán .
De hecho, estas variaciones ayudan, al igual que los otros parámetros
tratados, a reforzar la descripción de texturas (suavidad, rugosidad,
etc.) e impresiones (sensualidad, fortaleza, etc.).
Cuando escuchamos la voz de alguien que nos habla a través de la
radio, las características acústicas a las que nos acabamos
de referir emergen al unísono, de manera que se interrelacionan
y constituyen lo que algunos autores como Balsebre definen como el color
de la palabra radiofónica.
Además de lo comentado hasta este momento, la voz radiofónica
se consagra también como un instrumento de gran utilidad para ser
trabajada desde otra perspectiva, porque como escuchar la radio no resulta
ser lo mismo que participar en una conversación, se detecta que
un correcto uso de la expresión oral por parte de quien emite la
información, la descripción verbal, la estructura gramatical
y las frases cortas, entre otros elementos, facilitan la comprensión.
Consulta el apartado Locución, en el capítulo ¿Cómo
se hace?