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9.2 Deporte y comunidad. Ámbito regional y deporte
A pesar de que, como hemos dicho en el epígrafe anterior, las reglas del deporte son universales y compartidas por la comunidad internacional y que también los modelos televisivos son muy similares en todos los países, lo cierto es que se pueden encontrar diferencias en los estilos nacionales de realización y hasta en las diferentes estrategias de programación.

Un buen ejemplo de lo primero es el tenis, en el que se perciben cambios entre la sobriedad característica de la retransmisión a base de planos medios de Wimbledon y el uso de primeros planos que individualizan a los tenistas en el Roland Garros. Pero es mucho más claro en las cotidianas retransmisiones del fútbol en Brasil o Argentina, donde la misma pasión que despierta su ejercicio es transmitida por los locutores televisivos. O la peculiar forma de retransmitir el ciclismo por los periodistas colombianos heredando un fórmula implantada en los años ochenta por Radio Caracol.

Desde luego que no todos los países disfrutan con los mismos deportes y, como no podía ser de otro modo, las televisiones apuestan por aquellos que más arraigados están en el acervo popular de cada comunidad. Bien sabemos que en nuestro país, y en casi todos los europeos, el fútbol es conocido como el deporte rey. Pero tampoco ignoramos que en Estados Unidos los deportes que despiertan la competencia entre las diversas cadenas  de televisión son el fútbol americano, el béisbol, el baloncesto y el hockey sobre hielo.

Las propias características culturales de cada país determinan la importancia de los deportes. En España es impensable la retransmisión de los campeonatos europeos de esquí, mientras que su ausencia de las pantallas sería incomprensible para los habitantes de Austria, Suiza o Italia. El rugby, imprescindible cita en Gran Bretaña y Francia, sólo es transmitido en nuestro país por canales de pago y únicamente con ocasión de sus principales certámenes: los mundiales o el Trofeo Seis Naciones.

Cierto es que existen teorías, más o menos demostrables, que relacionan el interés de una comunidad por un deporte concreto en virtud de cuánto destacan en el mismo alguno o algunos de sus habitantes. El reciente ejemplo del piloto Fernando Alonso podría confirmarlo; sin embargo, la ausencia de remarcables éxitos internacionales en la selección nacional de fútbol no ha impedido que los encuentros del combinado español copen siempre los mejores resultados de audiencia.

Pero donde más se potencia la identificación entre espectador y deporte es en las pequeñas escalas. El público es seguidor principalmente del club de su región o de su ciudad, algo que no escapa a los medios de comunicación y, por descontado, a las televisiones, incluyendo a las de cobertura local.

Tener la oportunidad de seguir la retransmisión de un mismo partido de fútbol en las diversas televisiones autonómicas de España es un ejemplo de cómo la objetividad y la imparcialidad periodísticas se ven sustituidas por una identificación con los espectadores regionales.

Lamentablemente, esta mal entendida identificación es la que ha llevado a elevar los enfrentamientos y la violencia deportiva.