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3.4 La televisión privada: fuentes de financiación
La televisión como negocio incluye dos grandes apartados: por una parte la producción y compra-venta de programas y por otro, la venta de tiempo de difusión a anunciantes publicitarios. La televisión privada, basada en el modelo de funcionamiento de las estaciones de radio comerciales, ha tenido su cuna en los EEUU pero se ha extendido tempranamente hacia otras regiones como bien lo atestiguan los sistemas desarrollados en los países latinoamericanos.

Con respecto a la venta de programas, pocos países o productoras tienen capacidad de traspasar las fronteras nacionales. Por supuesto, es el caso de Estados Unidos y en menor medida de las emisoras privadas (o públicas) de Gran Bretaña; asimismo en algunos formatos Japón (dibujos animados), Brasil y otras naciones latinoamericanas (telenovelas) son significativos exportadores de programas. Más recientemente alguna productora como la holandesa Endemol han sabido vender sus programas incluso al muy autárquico mercado estadounidense (Gran Hermano, entre otros)

Sin embargo, hace ya algunos años que investigadores de los medios masivos de comunicación han argumentado que el verdadero negocio de las empresas de televisión es vender audiencias a los anunciantes publicitarios. Para ello los programadores de televisión deben ser competentes a la hora de captar la atención de hombres y mujeres, de ricos y pobres, de grandes y niños... Por su lado, los anunciantes han concebido a la televisión como un medio capaz de llegar a la intimidad del hogar de cada familia para ofertar sus marcas y productos.

De este esquema deriva la importancia suprema que ha ido cobrando la rentabilidad máxima de las audiencias a la hora de elaborar una parrilla de programación. El rating, nombre que recibe la unidad de medición de audiencia televisiva, es un indicador de referencia central para la definición de las tarifas publicitarias, al asignar un valor al número de personas que ven un determinado programa y, consecuentemente, son alcanzados por la publicidad inserta en éste. Así, en general, anunciar en los programas más vistos suele ser más caro, pues suponen para el anunciante una alta audiencia para sus avisos comerciales.

Sin embargo, la proliferación de cadenas de televisión con sus variadas ofertas temáticas hace cada día más discutible esta ecuación simple. Hoy es complicado reeditar históricos éxitos de audiencias y la diversidad de opciones audiovisuales da lugar a una cada vez mayor especialización a la hora de investigar los perfiles de las audiencias de las cadenas y de los programas. A la hora de publicitar ya no es tan decisivo el mayor rating sino también el perfil de los telespectadores (edades, sexo, nivel educativo, nivel económico, hobbies, etc) más adecuado para el producto a anunciar.

Por último, cabe señalar que si bien es cierto que los anunciantes y sus mensajes publicitarios inciden en los contenidos ofertados por las televisiones, también es verificable el fenómeno contrario: los efectos sobre nuevas formas de negocio que pueden llegar a incorporar determinados programas. Por ejemplo el programa estrella de la temporada televisiva española 2002, “Operación Triunfo” produjo espectaculares entradas de dinero a través de las llamadas por teléfono (fijos e inalámbricos) y los mensajes SMS utilizados por el público para elegir a sus candidatos, en total cerca de cinco millones de llamadas efectuadas al programa que equivalen a unos ingresos de 6 millones de euros aproximadamente.