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2.4 La Edad de Oro de TVE
En la segunda mitad de la década de los años sesenta, cuando los españoles han legitimado a la televisión como su principal forma de ocio, TVE vive su particular edad de oro. Sin problemas financieros significativos, la televisión española se ha convertido, en poco más de una década, en una máquina de hacer dinero, con capacidad de producción para elaborar programas competitivos en el contexto de los festivales europeos. Probablemente, el salto adelante se basó en que en España, a diferencia del resto de las emisoras europeas en donde la publicidad televisiva estaba prohibida o muy limitada. Los ingresos se consiguen a partir de lo que se recauda por los anuncios emitidos, por lo que si necesitan mayores presupuestos, basta con aumentar el tiempo de publicidad o subir las tarifas de los anuncios.

Puede decirse que la edad de oro se inicia con la inauguración de los estudios de Prado del Rey en 1964, que acaban con la precariedad técnica de los orígenes, y continúa con la puesta en marcha de la oferta complementaria de TVE 2 (conocida popularmente durante lustros como “el UHF”). De una forma convencional se acepta que con la crisis económica de primeros de los setenta y el fallecimiento de Francisco Franco finalizan los buenos tiempos de la televisión.

Al contar con dos cadenas, los responsables televisivos pudieron dividir la oferta de programas para satisfacer las demandas de la audiencia: la segunda, como veremos en el epígrafe 5, se concibe como una cadena pensada para las audiencias culturalmente más exigentes; por su parte, la primera será la cadena de los programas más populares.

Un repaso a los macrogéneros programativos imperantes, y con mayor éxito de audiencia en aquellos años, indicaría que los gustos televisivos no son muy distintos de los del presente, aunque, por supuesto, la estructura formal de los programas ha variado desde la época de la edad de oro. Existen, en las parrillas programativas, por supuesto, producciones extranjeras largometrajes y series. Algunas de ellas consiguieron enorme popularidad entre los españoles como el contenedor cinematográfico de Sesión de Noche o las series, muchas de ellas convertidas en película décadas después, como Bonanza, Los Intocables, Dr. Kildare, Mannix, El Santo, Los vengadores, Misión Imposible, Belphegor –El fantasma del Louvre-, Los Picapiedras, El fugitivo, etc.

Sin embargo, lo más significativo siempre es la producción propia española.
En primer lugar, los programas de variedades como Gran Parada (el primer gran éxito de la televisión en España), Amigos de los lunes, Salto a la fama (pensado para encontrar nuevas figuras de la canción) o Galas del sábado, entre otros. Los programas de variedades, en su mezcla de actuaciones musicales y pequeños números de humor, usualmente se programaban en la noche de los viernes o en la de los sábados. Ayer como hoy tendencialmente eran presentados por una pareja de hombre y mujer.

En un segundo bloque encontraríamos los concursos de preguntas y respuestas como Cesta y puntos, Un millón para el mejor o en los primeros años setenta el célebre Un, dos, tres... responda otra vez; pero también los programas divulgativos como los de Félix Rodríguez de la Fuente o los infantiles.

Y sobre todo la ficción propia como Novela de treinta minutos de duración por capítulo a lo largo de una o más semanas programadas después del telediario del mediodía o antes del de la noche y Estudio 1, representación televisiva de una obra de teatro y verdadero buque insignia durante más de una década de los dramáticos grabados en vídeo. En este campo de la ficción, y si exceptuamos el primer premio del Festival de la Canción de Eurovisión que consiguió Massiel en 1968, TVE consiguió algunos de los más prestigiosos premios internaciones con obras como El asfalto (1966) o Historias de la frivolidad (1967), ambas de Chicho Ibáñez Serrador o El irreal Madrid (Valerio Lazarov, 1969).