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6.2 Espectáculo de masas

Cuando se habla de espectáculo de masas se tiene una idea precisa de qué se quiere decir con ello: cuando un numeroso grupo de personas asiste, al mismo tiempo, a lo que acontece en un determinado recinto. Así se debe contemplar una carrera hípica, una competición deportiva, los números musicales y escénicos —variedades, que se ofrecen en los espacios habilitados para ellos; se habla, pues, de espectáculos deportivos, artísticos, culturales, etc.

Los medios de comunicación han sido considerados desde siempre como "medios de masas" por dirigirse a un público —radioyente, telespectador, lector de periódicos y espectador de cine- que, desde su casa o en una sala de cine, sigue una programación determinada o asisten a una proyección constituyéndose como público que, en el discurrir de los años, ha devenido en una nueva figura -denominada "audiencia"- bajo la que se mueven todos los patrones de gestión y programación que generan los recursos económicos necesarios para mantener viva una emisora de radio, un canal de televisión, un diario o revista y una sala de cine (Puedes ver detalles de cada sector en las diferentes secciones de MEDIA: Prensa, Publicidad, Radio, Televisión y Cine).

El cine es un medio de entretenimiento, en la misma línea que la televisión, con los matices propios que cada uno requiere al tratarse de obra única o de programa que tiene una emisión diaria. El cine se fue definiendo como espectáculo de masas desde las primeras proyecciones de los hermanos Lumière. El público se sorprendió con el tren que parecía quería salirse de la pantalla. La reacción del grupo de personas fue de tal envergadura que pasado el tiempo el espectador de cine fue viviendo en cada época situaciones más o menos similares que hablaban de la grandiosidad de una puesta en escena o de la magnífica interpretación de unos actores que dejaron un sello de indiscutible calidad.

El cine italiano de los años diez comenzó a mostrar la importancia del cine espectáculo a la hora de atraer masivamente al público a las salas (Quo Vadis?, 1912, de Enrico Guazzoni; Cabiria, 1914, de Giovanni Pastrone). Los estadounidenses supieron aprovechar esta influencia; gracias a la proyección internacional de su cine consiguieron que películas como El nacimiento de una nación (The birth of a nation, 1915), de David W. Griffith, dejaran boquiabiertos a los espectadores tras su estreno: por cómo estaba contada la historia, por su duración y por la música que acompañó la proyección, entre otras razones. En cierta medida, fue similar la reacción del público soviético cuando vio diez años después El acorazado Potemkin (Bronenosez Potemkin, 1925), de Serguei M. Eisenstein, un filme de gran calidad artística y, también, de gran carga ideológica para los tiempos que vivía el país.

No obstante, con la implantación del sonido el espectáculo audiovisual lo definieron películas como Lo que el viento se llevó (Gone with the wind, 1939), de Victor Fleming, Ben Hur (1959), de William Wyler, Cleopatra (1963), de Joseph L. Mankiewicz, La guerra de las galaxias (Star wars, 1977) , de George Lucas, Titanic (1997), de James Cameron, El señor de los anillos: La comunidad del anillo (The lord of the rings: the fellowship of the ring, 2001), de Peter Jackson, Minority report (2002), de Steven Spielberg, o Harry Potter y la cámara secreta (2002), de Chris Columbus, por citar algunas. Precisamente Ben Hur y Titanic han sido las dos películas que más Oscar han obtenido, once cada una, en la Historia de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.

El cine como medio permite crear espacios de ficción en los que el espectador se ve inmerso y logra disfrutar con lo que acontece delante de sus ojos, en una pantalla de grandes dimensiones y con un soporte sonoro que le hace vibrar con todo lo que pasa en la sala. Es así como espectáculo de masas alcanza las dimensiones apropiadas: cuando las salas se convirtieron en grandes coliseos, cuando del cine mudo se pasa al sonoro, cuando la pantalla convencional evoluciona a sistemas de proyección como el Cinerama, CinemaScope o IMAX, de color como el Technicolor, y de sonido como el Dolby, el THX o el SDDS, entre otros muchos; o cuando la tecnología informática se aplica generando nuevas realidades que parecen predecir el futuro. Ese es el espectáculo que puede ofrecer el cine y hacia muchas de estas películas va el espectador en busca de entretenimiento.

 



Cabiria (1914), de Piero Fosco (Giovanni Pastrone).


Cleopatra (1963), de Joseph L. Mankiewicz.




Harry Potter y la cámara secreta (2002), de Chris Columbus.


Fuente Fotografías:
© archivo particular Emilio García.