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5.14 Los guionistas
Toda película de ficción debe tener un argumento; es decir, una persona debe haber escrito una historia que puede ser llevada a la pantalla. El camino a seguir puede ser doble: limitarse a adaptar una obra literaria —por lo tanto, partir de un argumento existente- o, por otra parte, escribir una historia original. En el primer caso supone acudir a los escritores de todas las épocas, un fondo argumental fuera de toda duda (y se han dado casos en que los propios autores participan en el guión); en el segundo, obliga a idear historias que, en algunos casos, también parten de hechos reales que son reelaborados para dar forma a un argumento social, dramático o cómico.

Han sido numerosos los directores que escribieron los guiones de sus propias películas en solitario o con colaboradores (Charles Chaplin, David W. Griffith, Erich von Streoheim, Orson Welles, Blake Edwards, Woody Allen, etc.). Es una tendencia que domina la industria a lo largo de su historia. No obstante, se pueden destacar aportaciones singulares y representativas de todas las propuestas.

Josef von Sternberg colaboró con el guionista Jules Futhman en algunas de sus primeras películas, como en Los muelles de Nueva York (The docks of New York, 1928) o El expreso de Shanghai (Shanghai Express, 1932) , guionista que también firmó algunos de los más interesantes filmes de Howard Hawks como Sólo los ángeles tienen alas (Only angels have wings, 1939) o El sueño eterno (The big sleep, 1946). Es imposible separar la docena de trabajos escritos por Dudley Nichols para John Ford -entre ellos La patrulla perdida (The lost patrol, 1934), El delator (The informer, 1935) y La diligencia (Stagecoach, 1939)- así como la otra docena de Frank S. Nugent con el mismo director, de cuya colaboración salen películas como Fort Apache (1948), El hombre tranquilo (The quiet man, 1952) y Centauros del desierto (The searchers, 1956).

Sorprendentes en el cine estadounidense fueron las colaboraciones del director Billy Wilder con guionistas como Charles Brackett -entre ellas Días sin huella (The lost weekend, 1945) y El crepúsculo de los dioses (Sunset boulevard, 1950)- y con I.A.L. Diamond, con quien firmó otras muchas memorables e irrepetibles películas: Con faldas y a lo loco (Some like it hot, 1959), El apartamento (The apartment, 1960) y otros diez títulos. También los guiones de Ben Hecht para Howard Hawks -Scarface, el terror del hampa (Scarface, 1932) o La comedia de la vida (Twentieth century, 1934)-, para Alfred Hitchcock —Recuerda (Spellbound, 1945) y Encadenados (Notorius, 1946)- y para William Wyler —Cumbres borrascosas (Wuthering heights, 1939)-.

Trabajan con gran eficacia y versatilidad Philip Dunne [¡Qué verde era mi valle! (How green was my valley, 1941), de John Ford, y El fantasma y la señora Muir (The ghost and Mrs. Muir, 1947), de Joseph L. Mankiewicz]; Nunnally Johnson [Las uvas de la ira (The grapes of wrath, 1940), de Ford; La mujer del cuadro (The woman in the window, 1944) , de Fritz Lang]; Howard Koch, que firmará varias historias dirigidas por Michael Curtiz como The sea hawk (1940) o Casablanca (1942); Dalton Trumbo, uno de los más perjudicados por la "caza de brujas" y a quien se deben los guiones de Treinta segundos sobre Tokio (Thirty seconds over Tokio, 1944), de Mervyn LeRoy, o Espartaco (Spartacus, 1960), de Stanley Kubrick; y Paddy Chayefsky —guionista con tres Oscar- especialmente en sus colaboraciones con Delbert Mann —Marty (1955), En la mitad de la noche (Middle of the night, 1959)-.

El musical de finales de los cuarenta y primeros cincuenta no se entienden sin Stanley Donen, Gene Kelly y Vincente Minnelli, pero estos no tendrían muchas soluciones argumentales sin la presencia de Betty Comden y Adolph Green, impulsores también de la renovación del género. La comedia tiene, entre otros, a Garson Kanin, especialmente en aquellas películas dirigidas por George Cukor, títulos tan memorables como La costilla de Adán (Adam’s rib, 1949) o La rubia fenómeno (It should happen to you, 1954). Frank Fenton y James Webb ayudaron con sus historias a la consolidación del western en los cincuenta.

Otras colaboraciones recordadas son las de Earl Felton con Richard Fleischer —en especial Veinte mil leguas de viaje submarino (20.000 leagues under the sea, 1954)-, Horton Foote con Robert Mulligan —a destacar Matar a un ruiseñor (To kill a mockingbird, 1963)-, Carl Foreman y Michael Wilson con el director David Lean en películas como El puente sobre el río Kwai (The bridge on the river Kwai, 1957) y Lawrence de Arabia (1962), y la de Ruth Prawer-Jhabvala, guionista que alcanzó dos Oscar por sus adaptaciones para el director James Ivory: Una habitación con vistas (A room with a view,1986) y Regreso a Howards End (Howard’s Ends, 1992).

Al margen del cine estadounidense, son otros muchos los escritores y guionistas que aportaron originalidad al cine de otros países. Rafael Azcona marca con su trabajo la trayectoria de el mejor cine escrito en España, y le acompañan Pedro Beltrán y Jorge Semprun, éste a nivel internacional. Cesare Zavattini, Sergio Amidei, Furio Scarpelli, Agenor Incrocci Age, Suso Cecchi De Amico son fundamentales en el cine italiano, tanto como lo son Carl Mayer, Thea von Harbour para los primeros años del cine alemán, y Marcel Achard, Charles Spaak, Jean-Claude Carrière para el cine francés, o Yoshikata Yoda y Shinobu Hashimoto para el cine de los japoneses Kenji Mizoguchi y Alira Kurosawa, por citar algunos.

 



El trabajo del guionista Dudley Nichols para La diligencia (1939), fue muyimportante.



Una de las historias irrepetibles firmadas por I.A.L. Diamond
y Billy Wilder fue Con faldas
y a lo loco (1959).



Fuente fotos: Historia Universal del Cine. Madrid. Fascículos Planeta. 1982. Varios tomos.