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5.12 Los compositores (continuación)

Junto a estos prolíficos autores se encuentran otros como Franz Waxman [desde La novia de Frankenstein (The bride of Frankenstein, 1935) hasta El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950)], Dimitri Tiomkin [desde Horizontes perdidos (Lost horizon, 1937) hasta Solo ante el peligro (High noon, 1952)] o Victor Young El hombre tranquilo (The quiet man, 1952). Bernard Herrmann debutó en Hollywood con Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941) y dejó otras profundas huellas de su buen hacer en películas como El fantasma y la señora Muir (The ghost and Mrs. Muir, 1946), Ultimátum a la Tierra (The day the earth stod still, 1951), sus ocho trabajos con Alfred Hitchcock, entre otras Vertigo.(1958) y Con la muerte en los talones (North by northwest, 1959)] y en Taxi driver (1975).

A partir de los años cincuenta conviven —y a lo largo de varias décadas- las líneas tradicionales con otras más renovadoras impulsadas por compositores como Alex North con Un tranvía llamado Deseo (A streetcar named Desire, 1951), Espartaco (Spartacus, 1960), Cleopatra (1963) y la excelente El dragón del lago de fuego (Dragonslayer, 1981); Elmer Berstein con El hombre del brazo de oro (The man with the golden arm, 1954), y las muy recordadas como Los siete magníficos (The magnificent seven, 1960) y La gran evasión (The great escape, 1963); Jerry Goldsmith con singularidades como El planeta de los simios (Planet of the apes, 1968), Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) o City hall (1996); y Henry Manzini con Sed de mal (Touch of evil, 1958) y las 28 colaboraciones con Blake Edwards, siendo la más recordada La pantera rosa (The pink panther, 1964).

Desde la década de los setenta la tradición deja paso a los nuevos ritmos y música que fluyen en la sociedad contemporánea (el pop, la llamada música ligera, y todos aquellos temas que llegan muy rápido al público, resultando lo que se llamó "música pegadiza"). Su repercusión es de tal envergadura que genera un cambio de mentalidad en el sector discográfico al comprobar que muchas bandas sonoras se convierten en auténticos records de ventas. No obstante Hollywood recuperó su modo musical clásico a partir de la irrupción de las composiciones de John Williams, especialmente con Steven Spielberg, autor que dominaría el cine posterior [Tiburón (Jaws, 1975); La guerra de las galaxias (Star wars, 1977) E.T. El extraterrestre (E.T., 1982), Minority Report (2002), etc.].

En Europa, y tendiendo siempre un puente con el cine estadounidense, se encuentran prestigiosos compositores en todos los países. En Francia se pueden mencionar a Maurice Jaubert, considerado como el padre de la música de cine francés [El muelle de las brumas (Quai des brumes, 1938), a Georges Deleure [Jules y Jim (Jules et Jim, 1960) y Maurice Jarre [Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962); Doctor Zhivago (1965)]. En Italia a Nino Rota y sus trabajos para las películas de Luchino Visconti y Federico Fellini —además de la colaboración Francis Ford Coppola en El padrino (The godfather, 1972) y Ennio Morricone, muy popular por sus composiciones para el western europeo de los años sesenta y de más prestigio con La misión (The mission, 1986) o Los intocables (The untouchables, 1987). En Gran Bretaña a Malcolm Arnold [El puente sobre el río Kwai (The bridge over the river Kwai, 1957) y John Barry, famoso por sus trabajos para las películas de James Bond, así como Memorias de Africa (Out of Africa, 1986) o Bailando con lobos (Dances with wolves, 1990). En España existe una larga tradición desde los maestros Manuel Parada, Juan Quintero, Jesús García Leoz, las colaboraciones de Luis de Pablos con Carlos Saura, hasta los trabajos de José Nieto o Alberto Iglesias.

 



Maurice Jarre compuso la música de Lawrence de Arabia (1962).




John Barry, en su dilatada carrera, compuso la música de Memorias de Africa (1986).


Fuente fotos: Historia Universal del Cine. Madrid. Fascículos Planeta. 1982. Varios tomos.