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2.9 Vanguardia estadounidense
Mientras el cine de los grandes estudios moderaba la rebeldía de sus creadores, el cine independiente norteamericano fue, durante los años 60 y 70, un foco de creatividad desaforada y provocativos planteamientos temáticos y formales. Si bien no hubo, como en otros casos, una etiqueta general que abarcase toda esa producción, suele hablarse de nuevo cine estadounidense a la hora de citar a esta generación de creadores. En otro orden, también suele emplearse el neologismo underground para especificar el cine contracultural elaborado con fines experimentales.

La evolución del cine independiente arranca a finales de la década de los cuarenta. Coincidiendo con la etapa de posguerra, finaliza el monopolio comercial de los grandes estudios de Hollywood. Por partida doble, éstos se ven enfrentados a la creciente oferta televisiva y a las pequeñas compañías cinematográficas que procuran hacerles la competencia con presupuestos muy menguados y temas mucho más atrevidos. No sujetos a los modelos canónicos, estos cineastas independientes introdujeron en su obra contenidos que, hasta muy poco antes, hubieran sido rechazados por los comités de censura y por las juntas directivas de las productoras.

A este periodo corresponde la etapa más fructífera de autores como Stanley Kramer y Otto Preminger. Entre los títulos más conocidos de ese primer periodo del cine independiente, figuran Marty (1955), de Delbert Mann, La noche del cazador (1955), de Charles Laughton, y Doce hombres sin piedad (1957) , de Sidney Lumet. Influidos por los planteamientos de la nouvelle vague francesa, jóvenes directores como John Cassavetes, Dennis Hopper, Arthur Penn y Philip Kauffman reavivaron cierto experimentalismo, mostrando su simpatía por el modelo del cinéma vérité.

Resumiendo esa novedosa tendencia, dos largometrajes se ganaron la atención del público norteamericano: Buscando mi destino/Easy Rider (1969), de Dennis Hopper, y Cowboy de medianoche (1969), de John Schlesinger. En ambos casos, quedaban de manifiesto la cultura del rock y las filosofías del movimiento contracultural californiano. Precisamente a este último cabe ligar el nombre de Andy Warhol, pionero del Pop Art y especialista en rodar filmes experimentales.

Tras el polémico estreno de Kiss (1963), Warhol rodó Sleep (1963), un largometraje de seis horas que mostraba el sueño de un hombre. A los desaforados planteamientos de este creador se fue sumando un conjunto de colaboradores que lo acompañaron en sus nuevas creaciones. Figuraban entre ellos Candy Darling, Joe Dallesandro, Holly Woodlawn y Jackie Curtis. Asimismo, colaboró con Warhol el músico Lou Reed, presente en títulos como The Velvet Underground and Nico (1966).

Al experimentalismo de este periodo no fue ajeno ningún género. Por ejemplo George A. Romero renovó el terror con La noche de los muertos vivientes (1968); Terrence Malick ideó un violento melodrama, Malas tierras (1973); y Martin Scorsese elaboró creaciones tan singulares y novedosas como Malas calles (1973) y Taxi Driver (1976). Incluso un director aparentemente clásico como George Lucas (el creador de La guerra de las galaxias) dio muestras de esa extravagancia estilística en su primer filme, THX 1138 (1971).

Si bien el impulso experimental fue perdiendo fuerza en la década siguiente, ese vanguardismo creativo fue retomado por los creadores de vídeo-clips y por cineastas como David Lynch, autor de títulos tan arriesgados como Cabeza borradora (1978).

 




Marty


Buscando mi destino /
Easy Rider.

Fuente fotografías:
© García Fernández, Emilio C. Historia ilustrada del cine español. Madrid: Planeta, 1985. Archivo Emilio García.