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Introducción
Los sueros y las vacunas
confieren inmunidad a aquella persona que
los recibe. En el caso del suero, se produce
una inmunidad pasiva, ya que sólo se
inoculan inmunoglobulinas específicas para
un determinado antígeno, y su protección es
inmediata, pero válida durante un corto
periodo de tiempo.
La vacuna, sin embargo,
ofrece inmunidad activa porque se introducen
antígenos. Así, la protección es de larga
duración, aunque, para que sea activa, se
necesita un periodo de incubación. |
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Composición de una vacuna
antitetánica |
Por
dosis |
Anatoxina tetánica |
10 Lf |
Hidróxido de aluminio |
1,25
mg de Al |
Tiomersal |
0,01% |
Lf:
unidad de floculación |
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Existen muchos agentes
patógenos para los que se han creado sueros
y vacunas, pero ¿cuándo elegir uno u otra?
La vacuna se utiliza cuando
el individuo está sano. Así, el sistema
inmune creará la estirpe de linfocitos
necesaria para “recordar” la enfermedad y
luchar contra ella cuando se presente. El
suero es útil si se presenta una enfermedad
contra la que no tenemos protección.
Un ejemplo de esto lo
encontramos en el Tétanos. El Tétanos es una
enfermedad grave provocada por la toxina que
libera una determinada bacteria. La
población infantil sana es vacunada con una
anatoxina, que es la toxina desnaturalizada,
que, sin embargo, mantiene el poder
antigénico. Este mecanismo es preventivo, ya
que el sistema inmune ha sido activado. Si
la bacteria o la toxina se ponen en contacto
con el niño, serán destruidos antes de que
lleguen a producir la enfermedad. |
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Por el contrario, en la
población adulta, se parte de la idea de que
el individuo está desprotegido; nunca se
tiene la certeza de que se haya producido
una vacunación eficiente. En estos casos, si
se cree que el paciente ha entrado en
contacto con el antígeno, se administra un
suero con inmunoglobulinas específicas, que
tiene un periodo de actuación de 15 días.
Ampliación de contenidos por investigación
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